Año CXXXV
 Nº 49.473
Rosario,
jueves  09 de
mayo de 2002
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Rompieron el alambrado del relleno sanitario de Puente Gallego
Cientos de personas buscan comida en el basural municipal
El municipio denunció el hecho ante la Justicia. Ayer se vieron imágenes desgarradoras de la miseria

Pedro Squillaci - Jorge Salum / La Capital

Gente comiendo basura, pero peor que nunca. La Municipalidad de Rosario presentó ayer ante la Justicia una denuncia penal contra cientos de personas que rompieron el alambre del relleno sanitario Gallego III para sacar alimentos, cartón y vidrio. "Comemos de esta basura porque no queremos salir a robar. Esto es lo que tienen que entender los políticos", dijo Norma, del barrio Puente Gallego, madre de siete hijos.
Una procesión de personas deambula día a día por Camino Viejo a Soldini al 6000 (zona suroeste). Buscan comida o algo "que sirva para vender". El objetivo es llevar alimentos para sus hijos, muchos de los cuales apenas tienen asegurado el almuerzo con las raciones de los comedores escolares. Otros, ni eso.
Unas doscientas personas se amontonaron ayer en el descampado ubicado al lado del alambrado del Gallego III. Este relleno sanitario recibe 850 toneladas de residuos por día, o sea la totalidad de la basura que desechan los habitantes de Rosario. "Llegamos hasta acá porque no nos quedaba otra. Si salís a cirujear no te dejan, trabajo no te dan, y si patinás te meten en cana", dijo Ana, una desdentada mujer de 29 años, madre de 4 hijos y epiléptica.
La hora clave es entre las 12 y las 15, y entre las 20 y las 23. Es el momento de la descarga de los camiones, que tiran todos los residuos para que se compacte en el relleno sanitario con máquinas excavadoras y palas mecánicas. También es el momento cuando más pica el hambre. La gente metió presión contra el alambrado y hace unos diez días lo tiró abajo para acceder más fácilmente a las bolsas de basura. Y poco interesaron los riesgos de las máquinas trabajando, los metales y vidrios expuestos, y el olor nauseabundo del lugar.
Si bien se trata de una postal más de la desocupación y la miseria, el caso originó la apertura de un expediente penal en los Tribunales. Allí debería investigarse si estas personas cometen algún delito al ingresar todos los días en el predio municipal, pero en el ámbito judicial ya advirtieron la complejidad del tema. "Este es un problema social y está claro que la solución no pasa por el despacho de un juez", comentó ayer a La Capital un allegado al magistrado que tiene el caso.
Todo se originó con la denuncia que hizo el director de Política Ambiental de la Municipalidad, Claudio Censín, quien dijo que la situación se disparó a partir del 26 de abril, cuando unas 200 personas cortaron el alambrado olímpico que rodea al Gallego III para dedicarse al cirujeo. En rigor, hasta el propio Censín reconoció en el escrito judicial que la gente entra allí con el propósito "excluyente" de buscar comida.
El funcionario municipal fue a la Justicia porque "estas personas entran y salen todo el tiempo al basural" impidiendo con su presencia que las máquinas excavadoras realicen las operaciones de disposición final de los residuos, "por el riesgo que implica para su seguridad". Además, agregó que al ingerir basura están expuestas a contraer enfermedades o intoxicarse.

"No comemos lo podrido"
Muestran las manos marcadas con tajos, sobre todo en las falanges de los dedos. Es que es lo primero que ponen en contacto al agarrar las bolsas de basura. Sin embargo, tienen sus límites. "Acá no dejamos que vengan los chicos, porque sabemos que puede ser peligroso para ellos. Y tampoco comemos lo podrido", aclaró Pablo, de 27 años, padre de un hijo y con cinco hermanos menores a cargo. Sin embargo, en la recorrida que realizó ayer este diario por el basural se vio a menores de edad revolviendo y comiendo de los desechos.
Cristina tiene 49 años, once hijos y vive en Ovidio Lagos y Garibaldi, a unos tres kilómetros del Gallego III. A pesar de la distancia, todos los días se llega para cirujear hasta allí. Aunque a veces tuvo que soportar la presencia policial. "Estamos cansados de que la policía venga a reprimirnos. Queremos que sepan que los grandes delincuentes no somos nosotros. Los choros de verdad están en las cárceles con comida de la buena y con aire acondicionado. Y si no, miren a Cavallo", clamó la mujer.
Las voces de los necesitados se superponían. Y las quejas eran múltiples: falta de trabajo, subsidios que nunca se concretan y cajas Prani (que distribuye la Nación a través del gobierno de la provincia) que siempre llegan abiertas, sin leche o sin fideos.
Cada vez que ingresaba ayer un camión de residuos al relleno la situación se ponía tensa. "Tirá algo bueno pa' nosotros", les gritaban a los conductores. "Son unos chantas, siempre les dejan lo mejor para la cooperativa de cirujas, que son un puñadito de personas que trabajan para la Municipalidad", dijo Javier, albañil desocupado hace 9 meses.
La cooperativa de referencia es la "San Martín", que la integran 32 personas que tienen un convenio con el municipio por el cual reciben algunos residuos y venden material reciclable a distintas empresas. Ellos reciben cartón, nylon, vidrio, chapa, metal, trapo y plástico. "Lo vendemos a las acopiadoras y ganamos 5 pesos por día, como cualquier ciruja", dijo Teresa Ojeda, madre de cinco hijos e integrante de la cooperativa. Allí trabajan con guantes de goma y botas. En el basural municipal, en cambio, las escenas que se vieron ayer eran desgarradoras.



Los indigentes se agolpan para la dramática selección. (Foto: Néstor Juncos)
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