Bruce Willis vuelve a la acción con "En defensa del honor", una película de guerra que es el único estreno en Rosario. El filme fue dirigido por Gregory Hoblit y relata los días de cautiverio en un campo de concentración alemán de un grupo de soldados estadounidenses, incluido un coronel, durante la Segunda Guerra Mundial.
William McNamara (Bruce Willis) es un coronel que cae prisionero de los alemanes. Debido a la gran cantidad de soldados atrapados por los fuerzas germanas, que desborda la cantidad de barracas, el coronel es alojado junto a soldados. Esta es la única licencia que, según anticiparon los productores, se permitió en el filme, ya que durante la Segunda Guerra en los campos para prisioneros jamás se permitía que estén juntos soldados y oficiales. La razón obvia era evitar rebeliones de los internados.
El trato humano y el clima en el campo de concentración son brutales. El coronel asume las responsabilidades de su rango y se ocupa de mantener alta la moral de los soldados, asegurándoles que lo mejor que pueden hacer por su patria es defender su honor y no dejarse vencer por las adversidades. Detrás de esa retórica el coronel deja ver que hay algo más: un plan de escape. Y en esa jugada el oficial tratará de demostrar hasta que punto sus discursos sobre la patria son algo más que palabras.
"En defensa del honor" se basó en la novela "Hart's War" (La guerra de Hart), de John Katzenbach, quien utilizó para su obra muchos de los recuerdos de su padre, prisionero de los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, no es sólo un libro de memorias, ya que el escritor se propuso narrarlo como un thriller y esa combinación de géneros fue lo que sedujo a los productores.
El sueño misógino
Después de tener la novela y un guión consistente, los productores dieron el siguiente paso: contratar un director. El elegido fue Gregory Hoblit y entre las razones para la selección se contó el talento que había demostrado Hoblit para dirigir filmes de acción con numeroso elenco masculino. De hecho, "En defensa del honor" no cuenta con actrices femeninas entre los 43 integrantes del elenco.
"Siempre había querido hacer una película acerca de la Segunda Guerra Mundial y esta historia me llamó la atención porque abordaba cuestiones políticas y sociales que eran tan oportunas en la actualidad como lo fueron en los años 40", dijo Hoblit, y añadió: "El filme esclarece aspectos fascinantes de la milicia y del cautiverio de la Segunda Guerra Mundial, de los que quizás mucha gente no esté consciente".
El campo de prisioneros que se ve en la película se montó tomando en cuenta aspectos en común de los 130 lugares de ese tipo que existieron durante la Segunda Guerra Mundial.
El sitio escogido para el rodaje fue el pueblo de Milovice, a unos cien kilómetros de Praga, República Checa. Allí se armó un campamento que fue la pesadilla de los actores y de los 3.000 extras que trabajaron en el filme.
Barro, nieve y una escenografía que representaba a la perfección del horror de los campos de prisioneros sirvieron a los actores para sentir algo de la atmósfera que conocieron los auténticos veteranos atrapados por los nazis.
"Sin importar de qué tan buen humor estaba, como diez minutos antes de llegar a Milovice me empezaba a deprimir", comentó Bruce Willis. "No estaba seguro del porqué hasta que me di cuenta que era el campo mismo, un lugar sombrío y miserable. Esto hizo que fuera uno de los papeles físicamente más demandantes que he hecho", agregó.
El desafío físico de Willis incluyó dormir en las barracas, en donde fue acompañado por otros miembros de la película, como el actor Colin Farrell, quien interpreta a un soldado que secunda al personaje de Willis en la gran escapada de los estadounidenses.
En el set de filmación de "En defensa del honor" rigió una sola regla: la escenografía, el vestuario y las locaciones tenían que verse como auténticos.
Desde hace décadas los estudios de Hollywood se especializan en las grandes reconstrucciones histórica y logran trabajos brillantes, aunque más de una vez se les escapen algunos detalles que hacen la delicia de fans de cine que viven para hallar los errores de las películas.
"En defensa del honor" llevó a cabo un trabajo exhaustivo para recrear hasta los menores detalles de un campo de prisioneros alemán durante la Segunda Guerra.
La diseñadora de producción, Lilly Kilvert, analizó películas, fotos, libros y documentos sobre la guerra para preparar los sets en los que se rodaría "En defensa del honor".
Kilvert hizo un trabajo de relevamiento sobre la vida cotidiana de los detenidos para averiguar, por ejemplo, qué ropa utilizaban para dormir, qué comían, cómo lavaban su ropa, cada cuánto se afeitaban y se bañaban, de qué manera se defendían del frío.
El filme también incluyó escenas con multitudes de extras. La escena de la película en que más de mil soldados marchan hacia en la campamento durante la noche, en medio de una poderosa nevada, requirió más de 3.000 extras para rodarse.
Manejar a más de 3.000 personas transformó el clima del rodaje en algo muy parecido a una operación en tiempos de guerra. Parecido que se acentuaba porque los extras lucían ropas que debía verse como del año 1944 y todo lo que los rodeaba también debía verse como de la misma época, desde un botón a la taza de hojalata en la que tomaban, si tenían suerte, un poco de sopa.
"La regla era, si no se ve auténtico, más vale que haya una buena razón de por qué no", dijo al terminar la película uno de los decoradores del set. Después de tanto cuidado, la puesta en escena del filme tiene que ser impecable. El gran interrogante es si eso sólo basta para hacerlo un filme disfrutable. En Estados Unidos el público le dio la espalda al filme, con lo cual el estudio responsable, Metro Goldwyn Mayer, perdió cifras millonarias, pero no siempre lo que disgusta en el norte disgusta en el sur, y viceversa. La respuesta se podrá conocer a partir de hoy.