Año CXXXV
 Nº 49.468
Rosario,
sábado  04 de
mayo de 2002
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Un fenómeno que afecta a toda Europa
El triunfo de Haider hace dos años en Austria anunció el ascenso de la derecha radical

Patricio Pron / Especial para La Capital

Alemania.- El reciente triunfo de Jean Marie Le Pen en la primera ronda de las elecciones a la presidencia francesa así como el vertiginoso ascenso en otros países europeos de fuerzas de ese signo que gozan de un considerable apoyo popular han puesto a la opinión pública europea ante lo que se percibe como un brusco giro hacia la derecha.
El fenómeno, sin embargo, no es nuevo. En febrero de 2000, la Unión Europea impuso sanciones a Austria al incorporarse a la coalición gobernante el ultraderechista Partido de la Libertad (FPô) de Jörg Haider. La reacción exagerada de los otros países miembros de la UE, así como las sanciones a las que sometió a Austria durante siete meses, sólo sirvieron para aumentar el prestigio de Haider entre quienes ven a Bruselas como una amenaza. Si en cumbres posteriores los países miembros propusieron dotar a Europa de mecanismos convenientes para evitar la llegada al poder de fuerzas que cuestionaran los valores europeos, lo cierto es que nada ha cambiado desde entonces, excepto que cada vez son más -uno de cada cinco europeos- los que desean votar por un ultraderechista.
Las propuestas más o menos radicales se han multiplicado a lo largo del continente. En Holanda y Dinamarca los partidos de extrema derecha captan a una gran cantidad de votantes, principalmente jóvenes desempleados y pequeños propietarios cansados de la inseguridad urbana, que asocian al aumento de extranjeros; en parte, es el mismo electorado que dio su apoyo en las últimas elecciones italianas a la alianza entre Silvio Berlusconi, Gianfranco Fini y Umberto Bossi.
En Holanda, además, el millonario Pim Fortuyn de 54 años se perfila como un actor importante de las elecciones de mediados de este mes, abogando por el cierre de las fronteras a los inmigrantes, en especial musulmanes, a los que considera "una cultura atrasada", y la abolición del artículo 1º de la Constitución, que protege contra la discriminación.
Mientras tanto, en Reino Unido, Tony Blair ha condenado el triunfo de Le Pen calificando de "repugnantes y racistas" sus ideas, al tiempo que la extrema derecha -involucrada desde hace meses en enfrentamientos callejeros contra las minorías étnicas en ciudades industriales como Manchester y Liverpool- ha encontrado en las elecciones francesas un estímulo para su Partido Nacional Británico (BNP) (ver arriba).

El caso alemán
Aunque la victoria de Le Pen ha servido para demostrar que no sólo en Alemania la extrema derecha es una amenaza, sus consecuencias han provocado un terremoto político en ese país, donde el actual canciller y candidato del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Gerhard Schröder, empieza a verse superado por el candidato democristiano, el bávaro Edmund Stoiber. Stoiber se ha caracterizado por un discurso populista -al que un editorial del prestigioso Die Zeit califica de "mentalidad de barricada contra toda modernización y movimiento"- centrado en el rechazo a los extranjeros y que agita el fantasma del desempleo. Schröder le ha pedido la semana pasada que no utilice en la campaña la reciente ley de inmigración, rechazada por varios sectores que la acusan de ser demasiado permisiva con el ingreso de extranjeros, aunque Stoiber no descartó hacer uso de ella y ya anunció que la derogará si llega a la Cancillería (Poder Ejecutivo).
Aunque estos indicadores a nivel continental podían anunciar un ascenso de figuras como la de Le Pen, es el contexto en que éste se produce lo que resulta desconcertante: la situación francesa no es particularmente mala, a pesar de algún indicador económico inquietante, la moralidad de Lionel Jospin está por encima de toda duda, la tasa de desempleo es bastante inferior a la que se registraba en las elecciones pasadas, Francia no ha vivido, como Alemania, la llegada masiva de refugiados del este y del sudeste europeo.
Más que a la agitación de la supuesta amenaza sobre la seguridad laboral de los ciudadanos europeos, como en el pasado, la razón del avance de la ultraderecha en Europa se encuentra en el rechazo a una globalización que el electorado de a pie considera perturbadora y a un proceso de integración continental que es visto como una amenaza. Una cosa está clara: la extrema derecha europea ha obtenido en las urnas la legitimidad que no había podido obtener de otras formas, esto es, se ha convertido en un actor político relevante en un sistema pluralista que, paradójicamente, pretende en última instancia desbancar.


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