La condena de un hombre y la reivindicación definitiva de otro. Esta es tal vez la mejor síntesis del fallo que acaba de producir el juez José María Casas, quien condenó a un joven médico por una serie de violaciones que la policía y otros dos magistrados ya habían atribuido a un muchacho inocente. El ahora condenado es Néstor Omar Fica, de 30 años, a quien Casas le impuso 20 de reclusión. Sin embargo, la decisión puede ser apelada por el acusado y por la fiscalía y por lo tanto no es definitiva.
Para el juez Casas, Fica es responsable de casi dos decenas de hechos delictivos que incluyen robos a mano armada, hurto y violaciones. Sus víctimas eran mujeres solas, casi todas jóvenes estudiantes, a las que atacaba en sus departamentos. Las agresiones ocurrieron entre 1998 y 1999. Por las zonas donde se produjeron, la policía habló del autor como "el violador del centro".
Fica fue detenido el 8 de noviembre de 2000 en Córdoba y Ovidio Lagos. Ocurrió cuando quiso atacar a una chica en un departamento cercano al cuartel de Bomberos Zapadores. El novio de la víctima salió a perseguirlo, lo corrió varias cuadras y finalmente lo detuvo. Después, la policía lo condujo a la seccional 2ª y quedó acusado de intentar un robo. A poco de arribar a la comisaría, Fica pidió hablar con el jefe. Al escucharlo, el comisario quedó atónito: ese muchacho con aspecto tímido y taciturno decía, nada más ni nada menos, que era el autor de los atracos y violaciones atribuidos a Leandro Martín Riboldi Ursiny, quien llevaba varios meses bajo arresto.
Una confesión esclarecedora
Por entonces Riboldi peleaba para que la Cámara Penal corrigiera el fallo de otro juez que, quince días antes de la detención de Fica, lo había condenado a 7 años de prisión al considerarlo autor de un par de aquellas violaciones. Cuando escuchó la confesión de Fica, el jefe de la comisaría 2ª llamó a la fiscal Rita Schiappapietra y a la defensora Estrella Galán para que lo escucharan. El detenido, oriundo de Pergamino, repitió su relato plagado de detalles y dijo que era el culpable de los hechos que le endilgaban a Riboldi (ver aparte).
El juez de Instrucción Carlos Alberto Carbone abrió entonces una investigación para corroborar los dichos de Fica. Casi al mismo tiempo, la Cámara Penal no tuvo más remedio que absolver a Riboldi, quien inició un reclamo administrativo por más de 500.000 pesos contra el Estado por los perjuicios que le causó la falsa imputación.
Con el tiempo, el nuevo sospechoso se iría atribuyendo otros hechos, jamás esclarecidos, y poco a poco las pesquisas demostraron que no mentía. Además, varias de sus víctimas lo reconocieron y algunas ni siquiera soportaron volver a verlo. Terminó procesado en 14 causas, en muchas de las cuales se le imputaba más de un delito. El juicio quedó a cargo del juez Alberto González Rímini, pero su fallecimiento obligó a Casas a intervenir en suplencia.
Fica nació en Villa Regina, Río Negro, el 4 de marzo de 1971. Cuando fue detenido vivía en Pergamino y acababa de egresar como estudiante de la Universidad Nacional de Rosario. Era un médico flamante, aunque aún no ejercía.
Antes de autoincriminarse en las violaciones y robos a mano armada ya había estado involucrado en otras investigaciones judiciales. En 1994 le abrieron una por hurto en el juzgado correccional Nº 8. Allí fue procesado y más tarde sobreseído, pero mientras esta causa se tramitaba también fue acusado de estafa. También en 1998, justo antes de los ataques sexuales, el juez Ernesto Genesio lo encontró culpable y lo condenó a una pena en suspenso.
Genesio es también quien condenó a Riboldi por los hechos que ahora, se probó, fueron cometidos por Fica. El muchacho había sido procesado por el juez Juan José Pazos. La prueba fundamental para procesarlo y luego sentenciarlo fueron unas pericias caligráficas: según los expertos de la policía, unas notas encontradas en los departamentos de las víctimas fueron redactadas por él de puño y letra.
Sólo la confesión de Fica demostró que no era así y tal vez sólo por eso hoy Riboldi está libre e intentando recomponer su vida. Más que a la Justicia, se lo debe a ese joven médico que se le parece mucho físicamente y que un día, cuando lo atraparon, sintió que había llegado el momento de enmendar un gran error.