Año CXXXV
 Nº 49.400
Rosario,
domingo  24 de
febrero de 2002
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Ravello: Bella gruta amalfitana
Fue la inspiración del compositor Richard Wagner. Además era la preferida de la actriz Greta Garbo

En la ciudad italiana de Ravello, sobre la costa amalfitana del mar Tirreno, hay un hotel de líneas clásicas pero a la vez señoriales, edificado en un sitio tan alto que para llegar a él hay que subir muchos, pero muchos escalones.
Los primitivos dueños del Villa María Hotel se dedicaban a una de las actividades más caras y obsesivas: eran coleccionistas de antigüedades. Esa pasión se nota a simple vista por el mobiliario exquisito y sus piezas originales.
En realidad, Ravello es una ciudad jardín construida en lo más alto de un monte donde viven algo menos de 3.000 personas, a quienes muy poco les interesa atraer turistas.
Por eso a esta ciudad "tapada" sólo llegan quienes se detienen en la historia de la bella región y descubren que Ravello está a 40 kilómetros de Sorrento y a 60 de Nápoles.
La historia cuenta, por ejemplo, que Ravello fue la ciudad preferida de Greta Garbo para sus escapadas románticas, y también la que inspiró a Richard Wagner cuando compuso varias de sus más sublimes sinfonías.
Una inspiración que se comprende al entrar a los jardines de Villa Rúfolo, construida allá por 1280 en estilo gótico morisco. En ese lugar donde el alma se apacigua, el músico compuso su obra "Jardines de Klingsor".
Para recordar y homenajear al autor, la comuna de la ciudad realiza allí todos los años el Festival Wagneriano, y prepara un programa de conciertos al aire libre que comienzan en marzo y concluyen en noviembre.
Los autos llegan hasta la plaza del duomo, a la que se asoma una catedral tan blanca como pequeña. Desde allí la ciudad se abre en callecitas estrechas, que de tramo en tramo se convierten en placitas para descansar y respirar el aire puro de altura.
Ravello alberga también a Villa Cimbrone, y a su historia, que se inicia en el siglo XIX cuando el noble inglés William Beckett ordenó construirla en lo más alto de la ciudad. Y allí imaginó lo que denominó "terraza del infinito", un sitio donde la montaña cae a pico y se ve toda la belleza de la costa amalfitana.
Los nativos sugieren visitar la Grotta Esmeralda, que está entre Amalfi y Positano. Un ascensor desciende por la roca hasta un lago interior de aguas verdosas, donde aguardan amables boteros. Los rayos del sol entran por lo alto y estallan en el agua confiriéndole un intenso color esmeralda.
Los botes se deslizan por los laberintos de estalactitas y estalagmitas, que cuelgan formando extrañas figuras y muchas caras.
El show final es cuando el botero, ya a punto de atracar, agita los remos, mira hacia el fondo del lago y exclama: "Dios mío, esto es un milagro", entonces, cuando las aguas se calman, se ve un pesebre. Los trabajadores explican que es un regalo de la RAI, Radio y Televisión Italiana, a la bella gruta amalfitana. (Télam)



La ciudad es un jardín sobre lo más alto de la montaña.
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