La influencia francesa en el imaginario político e institucional de la Argentina se prolongó en la corriente de modernización cultural iniciada a fines del siglo XIX, tal como aparece testimoniado en "Rodin en Buenos Aires", libro de reciente aparición escrito por una serie de especialistas argentinos y franceses.
El toque francés fue especialmente notorio en la adhesión a estilos arquitectónicos y artísticos que dejaron huella perdurable en el país. Y no es un dato menor recordar que fue Auguste Rodin quien modeló el monumento a Domingo F. Sarmiento inaugurado en Palermo el 25 de mayo de 1900.
"Rodin en Buenos Aires", recién editado por la Fundación Antorchas, es la culminación de un ambicioso proyecto del que participaron investigadores de la Universidad de Buenos Aires y de la Fundación Antorchas, empeñada en restaurar el patrimonio escultórico de la ciudad. A este fin la entidad organizó seminarios y talleres a cargo de expertos franceses del Museo Rodin de París.
Patrocinio de Pellegrini
La relación del célebre escultor con la Argentina tuvo el patrocinio presidencial de Carlos Pellegrini, comitente del monumento a Sarmiento. Nueve años después (1909) llegó el bronce "El pensador" (emplazado en plaza Lorea de Buenos Aires) y el mármol "La Tierra y la Luna". Las obras fueron adquiridas por la comisión oficial presidida por Eduardo Schiaffino.
Rodin respondió con una donación al Museo de Bellas Artes, cuyo fondo de obras recibió una escultura realizada en 1889, "El beso". Al espaldarazo oficial siguieron las adquisiciones de coleccionistas privados.
María Florencia Constantin analiza la ejecución del monumento a Sarmiento, primero de una prevista serie conmemorativa. Las escaramuzas políticas que suscitó el homenaje al sanjuanino tienen interés análogo a la solución plástica de Rodin, quien sólo contó con tres fotos para lograr el parecido fisonómico.
Hay que señalar la audacia de encargar la obra a un artista que aún era motivo de controversia en Francia. Rodin afrontó las exigencias típicas de un escultor formado en el clasicismo figurativo de mediados del siglo XIX.
Su genio evolucionó hacia formas innovadoras resistidas en su época y luego subestimadas por las generaciones siguientes. El plasticismo de su modelado fue puesto al servicio de la inspiración romántica y simbolista de la obra de madurez. Sus volúmenes se funden en superficies que solicitan la experiencia táctil y seducen con las alternancias de luz y sombra, cualidades asimiladas al impresionismo por la crítica de su tiempo.
La influencia de Rodin en los escultores franceses fue decisiva. Fueron sus discípulos Charles-Albert Despiau, Antoine-Louis Bayre y Emile-Antoine Bourdelle, creador del monumento al General Alvear, "Centauro herido" y "El arquero" (emplazados en los alrededores del Museo Nacional de Bellas Artes). Las relaciones entre maestro y alumno son analizadas por Alejandra Siquier y María Florencia Galesio. La proyección de los dos artistas en los escultores y colecciones argentinas estuvo a cargo de Ana María Telesca.