La historia no deja de repetirse en la castigada argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI) se encarga de que eso así ocurra.
El presidente Eduardo Duhalde está en una nueva encrucijada. Esa que lo espera a la vuelta de cada esquina desde que desembarcó en la Casa de Gobierno.
La ayuda externa sigue siendo un pilar fundamental para sostener el nuevo plan económico y la idea final de liberar el corralito bancario, con el fin de desactivar la peligrosa bomba que es el constante clima de agitación social que se vive en distintos puntos del país, comenzando en la city porteña.
El paso por Estados Unidos del ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, con el fin de presentarse en sociedad, dejó el resultado que esperaba la administración peronista.
Esto es: nada de plata, un pleno respaldo a la Argentina, un viejo reclamo para ajustar el presupuesto 2002 e incluir el costo de la pesificación, que las provincias reduzcan drásticamente sus gastos, mayores definiciones sobre la política tributaria, la coparticipación federal, las reformas a los sistemas impositivos y bancarios y la renegociación de la deuda con los acreedores externos.
Remes escuchó el mismo discurso de boca del secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Paul O'Neill, y del director gerente del FMI, Horst Köhler: habrá una importante ayuda financiera del Fondo, pero recién cuando el gobierno de Duhalde haga bien los deberes y demuestre que tiene un plan sustentable para el mediano plazo.
"Lo nuestro sigue siendo una diferencia de tiempos. Necesitamos la ayuda ahora y el FMI no tiene tanto apuro", confesó un encumbrado funcionario de la Rosada, quien reconoció las dificultades que presentan las negociaciones con los diputados por el presupuesto y con los gobernadores del PJ por la coparticipación.
Pero no es sólo el FMI o los Estados Unidos. Las principales naciones europeas imponen condiciones antes de ayudar a la Argentina. El canciller alemán Gerhard Schroeder paso rápidamente por el país y le dijo a Duhalde que haría una gestión ante el Fondo, pero horas antes había señalado en Brasil que era necesario un plan de reformas "bien calculadas y viables".
La protesta
El clima social preocupa y mucho a Duhalde, quien habla -con una buen cuota de optimismo- en una recuperación de la economía para dentro de 60 días.
En realidad, el peronismo se ha dejado ganar la calle con los cacerolazos, como reconocen sus principales referentes políticos.
Las protestas en el interior del país y en la Capital Federal tienen otros protagonistas. Desde la izquierda saltando a la derecha. Desde Izquierda Unida, el PO y el MST hasta los carapintadas seguidores del preso Mohamed Alí Seineldín. En el medio está la clase media, agitada porque tiene sus ahorros acorralados.
Los piqueteros, encabezados por D'Elía y Alderete, conforman un capítulo aparte para Duhalde. Ese sector lucha por el manejo de planes de trabajo que el presidente no está dispuesto a ceder.
El clima hostil hacia la clase política ya llega a niveles alarmantes. El propio ex presidente Raúl Alfonsín pudo comprobarlo en carne propia cuando fue agredido y respondió a los golpes en inmediaciones de su domicilio, durante una protesta contra su persona.
Si bien los reclamos mantienen en tensión al gobierno, el problema generado con el aumento de precios (medicamentos y artículos de primera necesidad), tras la devaluación y liberalización del dólar, desvela a más de uno.
El debut del dólar libre llevó algo de oxígeno al gobierno, ya que se mantuvo dentro de lo esperado. Pero los hombres de Economía y el Banco Central saben que todos los días hay que dar examen y que todavía queda mucho camino por andar.
La hiperinflación es un mal que nadie desea. Un mal que en el pasado fue trágico para los argentinos y que puede llevar, como lo reconoció el propio titular del Banco Central, Mario Blejer, a la dolarización.
El clima social al que hacíamos referencia es una preocupación constante de la Iglesia, que se embarcó en una concertación o diálogo político que hoy navega por aguas turbulentas.
Los obispos le hicieron llegar su preocupación al Papa Juan Pablo II, quien envió un mensaje a los argentinos sobre los peligros que corre la democracia por estas tierras.
Duhalde trató de evitar que las palabras del Papa sacudan a su administración y dijo que adhería a los conceptos de Juan Pablo II, quien además habló de la corrupción y el egoísmo que azotan a la Argentina.
Los obispos que participan del diálogo no se cansan de criticar la falta de humildad y reconocimiento de culpas de políticos, empresarios, sindicalistas y todos aquellos que forman parte de esa ronda de conversaciones.
Los jefes de la Iglesia argentina están teniendo un papel activo ya que creen que el país corre graves riesgos de caer en un camino de estallido social de difícil retorno.
A Köhler le llegaron las preocupaciones del Episcopado a través del obispo de Azul, Emilio Bianchi di Cárcano.
Pero el Fondo ha mantenido una intransigencia especial hacia la Argentina, más allá de los serios errores que cometieron los gobernantes criollos, muchas veces en complicidad con los funcionarios del FMI.
Sus palabras de apoyo forman parte de un usado repertorio de respaldos diplomáticos. Lo pudo comprobar el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, tras lanzar un plan de ajuste fiscal y liberar el dólar.
El FMI dijo que las políticas de Chávez "iban en la dirección correcta" y que estaba dispuesto a darle "asesoramiento".
Esas y otras frases son muy conocidas en la Argentina. Suenan como aviso de tormenta.