| | Reflexiones Izquierdas asimétricas
| Fernando Vallespin / El País de Madrid
La última reunión de Porto Alegre parece haber desatado la euforia engrandes sectores de la izquierda. Motivos no le faltan. Por vez primeradespués de muchos años ha conseguido asentar un germen de acciónpolítica contra la globalización; o, al menos, contra las manifestacionesmás indeseables de la misma. Es todavía pronto para afirmarlo conseguridad, pero parece que lentamente comienza a afirmarse eso de loque hemos estado huérfanos desde hace casi una década: uncontramodelo a la globalización neoliberal. Lori Wallach, representantedel Global Trade Watch, calificó la lucha de este movimiento como unimpulso "a favor de la democracia, la diversidad, la protección del medio ambiente y la justicia". Como se ve, principios respecto de los cuales nova a ser difícil estar totalmente de acuerdo. La unidad de todas las fuerzas allí presentes probablemente comience a resquebrajarse, sinembargo, desde el mismo momento en que estos principios se traten detrasladar a medidas de acción política concreta. También porque es unmovimiento demasiado heterogéneo, diverso y folclórico. Aunque por lopronto ya ha conseguido captar la atención mundial y ha logrado poner a la defensiva a la mismísima "corte de Davos". Esta revitalización de la "izquierda global" contrasta fuertemente con lareificación de las distintas izquierdas nacionales. Lo que aquí se percibe es exactamente lo contrario: la pérdida de los grandes principios detrásde su obligada concreción; o la progresiva defoliación de su herenciailustrada provocada por su necesaria adaptación a las nuevastransformaciones. Por otra parte, las mismas dificultades en el seno de laizquierda plural francesa reflejan la mayor eficacia de las organizaciones unitarias que los diferentes modelos de coaliciones de arco iris. Comopuede apreciarse, una situación bastante alejada del modelo que se estágestando en Porto Alegre. Con un añadido que no nos facilita eloptimismo, precisamente. Como se han encargado de recordar en dichaciudad la propia Susan George, una de los líderes intelectuales delmovimiento antiglobalización, la eficacia del mismo pasa por la luchapolítica en el interior de los distintos Estados. En esto coincide conUlrich Beck, el sociólogo alemán de moda, que lleva ya varios añospredicando a favor de la creación de partidos cosmopolitas: partidosque actúen en los diferentes sistemas estatales, pero que defiendan intereses y causas globales. Uno de los más interesantes desafíos del futuro de la política puede queresida, en efecto, en la búsqueda de algún mecanismo que permitaintegrar y limar las asimetrías entre ambas izquierdas, la nacional y laglobal. No será nada fácil hacerlo bajo las inhóspitas condiciones delneorrealismo rampante que caracteriza a la sociedad internacional desdelos acontecimientos del 11-S. Pero el hecho es que una y otra izquierdapueden complementarse y retroalimentarse mutuamente. La nuevaizquierda global sacando a la izquierda nacional de su ensimismamientolocalista y reverdeciendo la proyección internacionalista de sus orígenes. La nacional introduciendo ese punto de realismo que es imprescindiblepara que todo discurso acabe teniendo algún efecto sobre el mundo. Yuna y otra recordando que no hay algo así como una posición teórica deizquierdas única e intransferible. O que nunca acabaremos de cerrar el desfase entre ideal y realidad. Cada día nos ayudan menos los conceptos tradicionales de la política yhabremos de saber reinventarlos o readaptarlos a cada paso. Lo que síparece evidente es que ninguna sociedad conseguirá salvarse mientrasotras sigan cayendo en el fango del subdesarrollo y la injusticia o noafrontemos como especie el deterioro del medio ambiente. Evitar ambassituaciones no es ya solamente un imperativo ético sino una máximadictada por el puro egoísmo. Por otra parte, sin embargo, nada hay másobvio que el carácter obstinadamente local de la vida política y lasenormes distorsiones que en ella introduce el inexorable juegogobierno-oposición y tantas y diversas contingencias. Para que acabeencajando el modelo kantiano hay que haber utilizado mucho a Maquiavelo, mucho.
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