Año CXXXV
 Nº 49.393
Rosario,
domingo  17 de
febrero de 2002
Min 19º
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El Louvre apostó a los artistas malditos de la modernidad

Rechazaban el clasicismo y la razón tan ensalzada desde la antigüedad hasta la Ilustración y por eso eran considerados rebeldes y marginados. Y dado que eligieron el inconsciente y la libre expresión corporal como su credo, se convirtieron en los disidentes del arte.
Bajo el título "La pintura como crimen", el Museo del Louvre decidió mostrar 380 obras de pintores como Goya, Rene Magritte y Otto Muehl, que no encajaban en el "catecismo oficial de la historia del arte". Así la exposición se convirtió en un escenario de cuerpos cubiertos de sangre que se revuelcan en harina o cabezas de las que salen patas de araña.
"El arte occidental es administrado y supervisado por el Estado a través de academias, salones y trabajos por encargo. Y fue él el que puso freno al arte con sus reglas morales y estéticas", explicó el director de la exposición Regis Michel, un historiador del arte conocido por sus temas bizarros.
El año pasado, sorprendió con la muestra "Poseer y destruir. Estrategias sexuales en el arte occidental". Con más de cien obras quiso probar que Picasso, Rembrandt y Miguel Angel no sólo fueron grandes maestros sino también psicópatas y exhibicionistas. "Busco la provocación conscientemente", aceptó el francés.

El mal
La exposición planteó su inicio con los asesinos y verdugos de Blake. El poeta y pintor inglés William Blake (1757-1827) estaba obsesionado con la idea del mal. Para él, Dios encarnaba el poder y por lo tanto, el mal. Así, Blake representaba a Dios como monstruo de pelo largo, tirano y asesino brutal.\Goya también apareció en esta galería de disidentes, sobre todo sus últimas obras, en las que expresaba una inclinación hacia lo fantástico, lo feo, lo oscuro y lo trágico.\Entre los desplazados del siglo diecinueve figura también Odilon Redon. El pintor francés estaba perseguido por el ojo humano. Dibujaba ojos enormes, en estado de levitación o asomando desde un abismo.\La última parte de la muestra se dedicó al arte contemporáneo y hacer hincapié en los vieneses Otto Muehl, Guenter Brus y Rudolf Schwarzkogler.\Con la pregunta "¿Quién teme a Otto Muehl?", los visitantes podían introducirse a su obra: videos que muestran a hombres y mujeres que se revuelcan desnudos en harina y excrementos, o un hombre amordazado y maniatado sobre el que se vierte sangre, clara de huevo y pintura.\El arte de la automutilación de Brus y Schwarzkogler causó nuevos escándalos a mediados de los años 60. Ambos querían dejar en evidencia los mecanismos de destrucción de la sociedad a través de lo antiestético de sus fotos y videos. En 1966, Schwarzkogler llegó hasta las últimas consecuencias de sus ideas suicidándose.\El título de la exposición, de hecho, hace referencia a Schwarzkogler. "Pintura como crimen" era un manifiesto escrito por él, que sirvió a Regis Michel como fuente de inspiración.\"¿Y si eso fuera cierto?", se pregunta el experto. "¿Qué pasaría si el arte occidental no es más que un crimen contra la fantasía y una maquinaria que sirve a uno de los cultos más astutos, ese que desde Hegel se llama la religión del arte?".


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