| | Punto de vista: Adiós al rock de la convertibilidad
| Carolina Taffoni / La Capital
El sueño del rock de la convertibilidad se terminó. Eso de hacerse el vanguardista y comprar los discos exquisitos que recomiendan en la revista Mojo ya es historia. Hoy un compacto importado cuesta más de 35 pesos, igual como pasaba en los ochenta, cuando los importados se asemejaban a pequeños trofeos del ahorro tipo hormiga. Claro que la tecnología avanzó, y los viejos TDKs fueron reemplazados por los brillosos CDRs. Pero por un tiempo habrá que olvidarse de los diseños de los booklets y las letras completas, por no hablar de esas recopilaciones envasadas en cajas exóticas. Basta de viajes a Buenos Aires para conseguir rarezas. Ahora se recorren disquerías en busca de usados en oferta. Los shows internacionales también pasaron a mejor vida. Adiós a esa celebración casi turística de ir a ver a los Rolling Stones, U2, Madonna o Michael Jackson. ¿Se acuerdan que en un mismo festival estuvieron REM, Beck, Oasis y Neil Young? Bye Bye. Ahora andá a los recitales de Bandana y conformate con "el gran espectáculo". A algunos todavía les queda la esperanza de ver a Roger Waters. Los organizadores tenían previsto llenar tres estadios con el otrora líder de Pink Floyd (que no viene más que a explotar la leyenda de su ex grupo), pero el perfecto globo floydeano se pinchó cuando el dólar estalló y aumentaron los precios de las entradas. "¿Y ahora que pasa, eh?", vuelve a ser la pregunta que gritaban los Violadores. El rock de acá también entró en crisis. De discos nuevos ni se habla y la mayoría tuvo que "hacer rebajas" en el precio de las entradas. Igual las huestes nacionales ahora tienen una gran oportunidad, y quedó demostrado en la convocatoria del Cosquín Rock. Como lo importado es artículo de lujo, lo local es una alternativa de consumo. Tal vez la crisis arrase con todo como en el 89, pero esta vez hay muchos grupos y solistas esperando despegar. Ojalá que nadie pueda arrebatarles ese sueño, que está muy lejos del uno a uno, el corralito o los billetes verdes.
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