Buenos Aires (enviada especial).- "Gregorio Cachi Collia fue uno de los falsos inspectores que viajó a Rosario el 23 de diciembre de 1992, cuando desaparecieron los 30 millones de dólares en billetes de 500 mil australes", confirmaron a La Capital Abelardo Giménez Bonet y Griselda Sánchez Pardini, abogados del Banco Central de la República Argentina (Bcra) quienes además consideran que el imputado "tuvo una activa participación en la planificación y ejecución del hecho". Pero durante su declaración ante el tribunal, el acusado dejó en claro que "nunca" participó activamente en la maniobra, no cobró y por eso arrastra "una deuda de 40 mil dólares" adquirida a principios de 1993, mientras estuvo prófugo de la justicia.
Collia parece un hombre sereno y de hablar pausado. Pero ese ritmo lo perdió frente a los jueces cuando declaró anteayer. "Quiero que todos los que me acusaron de haber ideado esta maniobra lo prueben ahora", desafió el imputado, quien admitió haber falsificado credenciales del Banco Central para perpetrar el millonario desfalco por pedido de Héctor Tito Rima.
"Las conversaciones con Rima empezaron entre septiembre y octubre del 92", dijo Collia y agregó: "Tito vino a verme para que hiciera unas credenciales". En ese momento el famoso estafador, todavía prófugo de la justicia, le contó a Collia la maniobra que estaba preparando. "Tito me ofreció el 10 por ciento del botín que se pensaba llevar y que según dijo era de 20 millones de pesos", apuntó Collia, propietario junto con sus hermanos Néstor y Jorge de dos imprentas en Buenos Aires.
Los preparativos
Rima fue el encargado de proporcionarle a Cachi Collia una credencial del Bcra, a nombre de Carlos Del Río, empleado de la entidad. A partir de ese material, el imprentero debería tener en cuenta las medidas de seguridad del carnet a falsificar.
"Cuatro días antes del 23 de diciembre, Rima me dio los nombres que quería que pusiera en las credenciales falsas: Torres, Acosta y Shell", contó Collia. El 22 de diciembre, Rima y el imprentero se reunieron en un bar de Chivilcoy y Los Incas, en Capital Federal. "Le entregué las tres credenciales sin sellos, sin firmas y sin fotos".
La relación entre Rima y Collia no sólo pasaba por la falsificación de credenciales. Ellos se conocían desde hacía más de tres años y tenían cierto grado de amistad, a punto tal que Collia le entregaba a Rima su auto y su celular. Collia contó frente a los jueces que el día del robo, su Fiat Uno y su teléfono móvil estaban en manos de Rima.
"Tito me dijo que el 23 al mediodía fuera a buscar mi parte del dinero al aeropuerto de Don Torcuato". Pero como en ese momento Collia no tenía su auto, el ex diputado justicialista de la provincia de Buenos Aires Lucio Otegui, lo llevó hasta la aeroestación.
"Fui con Otegui a Don Torcuato porque él estaba en condiciones de chapear . Si me paraba la policía y yo estaba solo, no tenía modo de justificar que tenía dos millones de dólares en el auto. En cambio a él nadie le podía haber dicho nada", explicó.
Tras una espera de 3 horas, Collia y Otegui volvieron a Buenos Aires con las manos vacías, ya que las avionetas con el dinero no aterrizaron en Don Torcuato sino en San Fernando.
Cuando Collia se encontró con su amigo Sergio Omar Turza Nocetti, que viajó a Rosario interpretando el papel de inspector del Central, se enteró que Rima no quería pagarle porque no habían utilizados las credenciales.
"El 24 fui a buscar el auto y el celular a un lugar donde lo guardó Tito, pero no me había dejado la plata", agregó el imprentero y también disparó contra su otrora colaborador. "El 27 de diciembre (del 92) lo fui a ver al ex diputado Otegui. Lucio tenía un papel firmado por el juez (Martín) Irurzún que decía que él no tenía nada que ver con la maniobra. En cambio a mí me buscaba toda la policía, me pedían 500 mil dólares de fianza y yo no había cobrado un peso".
Entonces Collia se convirtió en uno de los hombres más buscados por la Justicia. "El último día que estuve visible fue el 31 de diciembre. Desaparecí de todos lados. Cuando vi que el 4 de enero (de 1993) detuvieron a mi ex mujer y a mi madre, que era una vieja de 70 años, me escondí bajo tierra. Me buscaban por todos lados, porque yo aparecía como el capo de todo sin siquiera conocer a nadie en Rosario", agregó antes de desafiar: "quiero que ahora prueben todo lo que dijeron de mí".
El imputado agregó: "Durante todo ese tiempo que estuve prófugo, no se pagaron los alquileres de los locales donde funcionan las imprentas. Todavía arrastro una deuda de 40 mil dólares y no puedo levantar cabeza". La afirmación arrancó la sonrisa socarrona de muchos de los presentes en la sala del Tribunal Oral en lo Criminal Federal número 5, de Capital Federal.
Collia afirmó que la imprenta que comandaba había sido proveedora del Bcra y de Presidencia de la Nación. "Sí hice las credenciales (falsas) del Banco Central. Sabía que iban a servir para hacer una estafa por 20 millones y por supuesto que acepté que me pagaran el 10 por ciento. Pero nunca me llegó esa plata", agregó.