Año CXXXV
 Nº 49.390
Rosario,
jueves  14 de
febrero de 2002
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Editorial
La voz del Papa

Juan Pablo II recibió en Roma a 32 obispos argentinos y evitó las medias tintas para referirse a la crisis del país. Les dijo a los prelados que la corrupción, el egoísmo y las malas dirigencias son las causas de la actual situación. Y fue más allá al afirmar que la misma democracia está en peligro, aunque no aclaró exactamente a qué se refería, si a la interrupción del sistema institucional o al caos social que puede derivar en anarquía.
El Papa, tratándose de un jefe de Estado de una nación extranjera con la que Argentina mantiene relaciones diplomáticas, sorprendió a todos al hablar en forma clara y sin eufemismos. Sucede que, además, Juan Pablo II es el jefe de la Iglesia Católica Apostólica Romana, y en ese caracter se pronuncia en favor de los millones de fieles que viven en el país las angustias de la crisis. En esa dirección se enmarca el aporte de unos cien mil dólares que el Vaticano donó estos días a Cáritas Argentina, una organización religiosa dedicada a la asistencia de los más desprotegidos.
El Pontífice también se refirió a la necesidad que la dirigencia nacional formule un autoexamen de conciencia para analizar sus acciones del pasado, que han desembocado en el actual estado de cosas. La Iglesia Católica no tiene dudas: la decadencia de este país la han provocado los mismos argentinos, en el marco de una profunda crisis moral, pese a contar con un territorio privilegiado y abundante en recursos naturales.
Juan Pablo II visitó la Argentina en dos oportunidades y conoce muy bien su realidad a través de los permanentes contactos que mantiene con los obispos. Su palabra es escuchada en todo el mundo católico y sirve, además, de advertencia para los países más poderos de la Tierra ya que también mencionó el peligro de que la crisis se extienda a toda la región.
La palabra del Papa, tan reverenciada con frecuencia por toda la dirigencia argentina, debería ser hoy tomada en cuenta más que nunca. La reflexión, el autoanálisis y la aceptación de las culpas es la primera etapa para poder volver a construir una nación que contenga y proteja a sus habitantes.
La Argentina tiene todas las posibilidades de recuperarse, sólo es necesario que la dirigencia -política, sindical, empresarial, financiera- siga los consejos del Santo Padre, se renueve y comience a trabajar para el país. Es la única manera de salir adelante y enfrentar los desafíos que se deberán sortearse en una nación quebrada económicamente, tal como loa ha advertido en más de una ocasión el presidente Duhalde.


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