Hernán Lascano
Al pie del morro da Mangueira hay un barracón de unos treinta metros de extensión donde todos toman caipirinha y cerveza. En frente los espera la Estación Primera de Mangueira, la cuadra de la escola, un bloque de tres pisos parecido a cualquier club de barrio argentino modesto. En un patio inmenso y bañado por luces fluorescentes que ofuscan los ojos, la batería compuesta por 40 percusionistas derriba paredes y agita a unas tres mil personas, que miran papelitos con la letra del samba de enredo que se cantará en el sambódromo. Gritan, bailan, sonríen transportados por la ilusión de que Mangueira sea, como en el 98, la campeona del carnaval. Es noche de sábado, 15 de diciembre, hay ensayo de escola de samba. El lugar está lleno de gringos curiosos pero no hay nada de artificial sobre el cuadrado donde las personas hierven y cantan vestidas de verde y rosa. Los custodios son vecinos que viven arriba, en la favela. Son muy conscientes de que el lugar es una atracción turística y que para generar dinero, y no ahuyentar sponsors, es mejor que nadie arme lío. Están muy serios pero los pandeiros y los redobles les hacen mover los pies. Para los cariocas la pertenencia a una escola de samba es una condición del ser. Ellos dirán "soy Mangueira", o "soy Portela", o "soy Salgueiro". No es que adhieren a una escola de samba: son la escola de samba. Su identidad se constituye en ellas y en esos rituales que la gente comparte por sobre edades y clases sociales. Chicos, adultos y ancianos en el mismo lugar bailando lo mismo. En Argentina es difícil hallar tradición cultural semejante, por lo dinámica e igualadora, que se le compare. La Mangueira fue la primera que entrevió el potencial "for export" de las escolas de samba. Hacia afuera, cimentó su fama en la explotación comercial de ese nicho, pero en la cuadra de la Estación Primera todo el mundo celebra ser "verde-rosa", haciendo las mismas cosas que hacían antes, ahora frente a algunos gringos. Dicen "eu sou Mangueira" tocandose el corazón. A Chico Buarque, que fue alegoría de la escola en el Carnaval 1998, le sobran músicas para festejos. "Quiero ver a Mangueira/Para dejar atrás/esta estación de tristeza/quiero oir su batucada" (Derradeira estaçao). Con la inspiración de Cartola y Tom Jobim, acompañados de mangueirenses como Nelson Cavaquinho, Jamelao, Beth Carvalho o Alcione, la banda puede cantar otra de Chico el sábado, día de la coronación. "Mangueira/el morro me vino a llamar/de tierno blanco/y sombrero de paja/voy a presentarme/con mi nueva compañera/ya mandé subir el piano/al morro de Mangueira".
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