Rodolfo Galimberti, el controvertido ex jefe Montonero devenido en próspero empresario y yupi de la década menemista, murió sorpresivamente ayer mientras era operado de un grave aneurisma de aorta abdominal. El Loco o el Tano, de 52 años, no logró superar una prolongada cirugía en la clínica San Lucas de San Isidro. Los médicos que lo atendieron informaron que murió a las 8.05, cuando la operación llevaba ya diez horas y estaba a punto de concluir. El director médico del nosocomio, Pedro Lawson, dijo que Galimberti se presentó anteayer alrededor de las 19.30 en el sanatorio con fuertes dolores, y que se le detectó la ruptura de un aneurisma de la aorta abdominal, por lo que a las 22 fue sometido a una compleja cirugía, pero nada pudo hacerse para salvar su vida. La dolencia que padecía Galimberti probablemente fue provocada por el alto colesterol y otras complicaciones, de las que al parecer el paciente no se estaba tratando, explicó el médico. Desde el lugar de figura símbolo de la "juventud maravillosa" con que Juan Domingo Perón elogiaba en los 70 a la rama juvenil del PJ, Galimba protagonizó una controvertida historia personal y terminó como empresario de seguridad en Universal Control, junto a ex agentes de la CIA. En los 60 comenzó a militar en la Juventud Argentina para la Emancipación Nacional (Jaen), junto a Carlos Grosso y Chacho Alvarez, y llegó a ser secretario de la Juventud Peronista (JP), por lo que solía visitar a Perón en su exilio madrileño. Pero en 1972, durante la dictadura del Alejando Lanusse, llamó a la formación de milicias populares para defender al inminente gobierno constitucional que el 11 de marzo de 1973 surgiría del triunfo peronista tras 18 años de proscripción. Perón no respaldó aquel impulso militarista y lo destituyó como representante de la organización armada y como tal participó en 1974 en el sonado secuestro de los hermanos Jorge y Juan Born, quienes por su liberación terminaron pagando 62 millones de dólares y repartieron toneladas de alimentos en las villas miseria. A poco de producirse el golpe de 1976, Galimberti permaneció una semana desaparecido. Al reaparecer aseguró que había sido herido en un tiroteo y consiguió esconderse en una casa del Gran Buenos Aires donde, aseguró, se repuso de las heridas. Más tarde se marchó al exilio y terminó instalándose en París junto a su entonces esposa Julieta Bullrich, hermana de la que llegaría a ser ministra de Trabajo, Patricia Bullrich. En 1979, junto a su esposa y cuñada, participó del reclutamiento de argentinos exiliados para volver al país a activar la llamada "contraofensiva" contra la dictadura, pero poco antes de que le tocara su turno rompió con la conducción de Montoneros, encabezada por Mario Firmenich. Su mujer falleció en un accidente de auto en Francia, del cual él salió ileso. Finalmente volvió al país en 1989 tras recibir el indulto del entonces presidente Carlos Menem y protagonizó una inédita reconciliación con su ex víctima, Jorge Born, al que empezó prestándole asesoramiento en cuestiones de seguridad y terminó asociado en la empresa Hard Communications. A raíz de la actuación de esa compañía tenía pendiente un juicio oral y público en una causa por presunta estafas a través de llamados telefónicos a un número 0600 en el programa de Susana Giménez. También están imputados sus socios, Born y Jorge Corcho Rodríguez, a la vez pareja de la diva televisiva. Ultimamente se había asociado además en Universal Control a dos ex oficiales de la CIA (David Manners y Frank Anderson) y a un ex miembro del Servicio Secreto del Tesoro, Ronald Luziana. Entre otros trabajos, prestaban servicios de asesoramiento en seguridad a las empresas del grupo Exxel, dirigido por Juan Navarro. La ostentación fue una de las manías del último Galimberti, quien se mostraba conduciendo autos Mercedes Benz o Porsche y motos Harley Davidson y se construyó una lujosa casa en Pilar. Otra fue la provocación: su propia vida resultó el mejor ejemplo de ello. Su repentina desaparición reavivó las críticas de casi todos los que lo conocieron. El escritor y periodista Miguel Bonasso (ex montonero) opinó que en el caso de Galimberti "la muerte no ennoblece; al contrario, cierra una trayectoria" de "una figura consustanciada con los peores intereses". Según Bonasso, Galimberti "generó escepticismo entre los distintos sectores juveniles mostrando cómo, quien podría haber sido un luchador, termina siendo un empresario de la seguridad vinculado a la CIA, a los peores negocios, a los más turbios, a los más deshonestos y más lastimosos". Para el justicialista Julio Bárbaro, quien lo conoció "en 1968 ó 1969", Galimberti "era un apasionado; no se lo puede juzgar con las reglas del militante porque no lo fue: fue un aventurero". Uno de los principales dirigentes de la JP de los 70, Juan Carlos Dante Gullo, fue quizá el más gráfico al manifestar lo que representó para aquellos militantes la figura de Galimberti: "Su muerte no me mueve ninguna emoción; no se altera en nada lo que significaron los 70 y la juventud. Que en paz descanse".
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