| | Editorial Un juicio histórico
| Cuando la civilización había creído superar una de las páginas más abyectas de su historia, como lo fueron los crímenes cometidos por el régimen nazi contra el pueblo judío -barbaries planificadas bajo las formas más atroces que pueda el hombre imaginar-, otro dictador venía a repetir a fines de siglo ese mecanismo del terror, recordando que el monstruo de ideas exterminadoras seguía presente y acosando con la misma ferocidad que entonces: se trataba de Slobodan Milosevic, ex presidente de Serbia y Yugoslavia. Todavía están cercanas las imágenes de las fosas comunes halladas con miles de cuerpos de ciudadanos albanokosovares asesinados, víctimas de los atentados con bombas contra objetivos civiles o de las ejecuciones de familias enteras que intentaban huir de la campaña de limpieza étnica desatada por el dictador serbio contra todo aquel que profesara fe musulmana o quienes simpatizaran con las personas perseguidas. El objetivo por construir una gran Serbia arrasaba con todos los obstáculos. Luego, con mucho de heroísmo y de ayuda internacional, el régimen fue socavado y derrumbado y Milosevic arrestado en abril del 2001 y extraditado en junio de ese año. Ahora deberá responder en un histórico juicio iniciado ayer en el Tribunal Penal Internacional de La Haya, acusado por dos cargos de crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad perpetrados en Croacia (1991-1992) y Kosovo (1999); y por un cargo de genocidio en la guerra de Bosnia (1992-1995). El sumario de Kosovo lo considera responsable de una campaña de terror y violencia contra la población albanesa expulsada de esa provincia: murieron unas 900 personas y otras 740 mil fueron expulsadas. En el caso de Croacia, por la responsabilidad de centenares de muertes y 170 mil ciudadanos deportados. En cuanto a Bosnia-Herzegovina, se lo acusa de la matanza de miles de musulmanes bosnios y croatas y de la masacre de Srebrenica, donde en julio de 1995 fueron ejecutados 7.000 hombres y niños. Tal como se preveía, centenares de periodistas y corresponsales de todos los países del mundo se encuentran en La Haya para seguir los detalles del proceso que, se estima, durará unos dos años. Y es de esperar que, como ocurrió después de la Segunda Guerra con los altos jerarcas nazi en el alto tribunal de Nüremberg, tenga simplemente un juicio justo.
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