Año CXXXV
 Nº 49.387
Rosario,
lunes  11 de
febrero de 2002
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Algunas empresas colaboran en la alimentación de 250 personas
Más cocinas comunitarias para paliar los efectos de la recesión en Firmat
Las familias de los desocupados pueden llevar comida a sus hogares aportando un peso diario

Silvia Carafa / La Capital

Firmat. - Al ritmo de la crisis surgen estrategias para conjurarla y ahora también los vecinos del barrio Centenario, castigado por la falta de trabajo y la discriminación, pueden comer por un peso diario. La última se abrió hace dos semanas y cuenta con el aporte de un grupo de empresas y supermercados locales que corren con los gastos de la carne utilizada.
En la ciudad, unas 250 personas retiran diariamente el almuerzo de tres cocinas comunitarias. El nuevo espacio comunitario se suma a los que ya funcionan en los barrios Fredriksson y Carlos Casado aunque, a diferencia de las cocinas que la antecedieron, aquí un grupo de empresas y comercios locales corren con los gastos de la carne. Pero el mecanismo solidario se mantiene: las familias comensales, no importa el número de miembros, aportan un peso diario para retirar las porciones necesarias. "La gente no tiene para comer y esta nueva cocina para mí es un gozo", explicó Clyde Torres, enfermera de la sala asistencial del Fonavi, encargada de recaudar el peso diario.
Quienes no disponen de la módica suma, pueden vender dos paquetes de verdura que provee la huerta de la cocina comunitaria del barrio Fredriksson, con lo que se cierra un circuito de interacción entre los sectores más necesitados. La nueva cocina funciona en las instalaciones de la Escuela Centenario, y de lunes a viernes, las familias retiran el alimento caliente, a punto para servirlo en su propia casa.
Pero hay otro dato de integración. El nuevo espacio comunitario funciona en la cocina de la Escuela Centenario donde almuerzan unos 115 chicos del populoso barrio. El lugar es un ejemplo de esmero y organización, casi ascético, definió José María Escalante, subsecretario de Salud y Acción Social, y destacó la buena predisposición de esa comunidad educativa para articular en el mismo lugar ambas actividades.

El trabajo solidario
Impecables, sonrientes con gorras y guardapolvo, Graciela Aguilera y Gladys Carranza, son las encargadas de preparar la comida. Llegan a las 8 y se van después del mediodía. A las 18 se juntan para "hacer los mandados" para el día siguiente. "Buscamos precios", aseguran, y explican que no les cuesta nada trabajar ad honórem y que para retirar la comida para sus propias familias, ellas también aportan el peso. Pero su trabajo no termina entre las ollas: los fines de semana les enseñan a las mamás a elaborar rosquitas para vender y así poder recaudar para el almuerzo de todos los días.
"Por un peso por día mi familia come bien y a veces hasta puedo guardar algo para la cena. Pero si no queda nada, de noche nos arreglamos con una taza de mate cocido o leche y pan", explicó Alicia, que vive a cuatro cuadras de la escuela. Su esposo está desocupado desde hace un año. Ella mantiene la casa con los 45 pesos semanales que gana barriendo las calles.
Mientras muestra el recipiente con milanesas y puré mixto que acaba de retirar, Alicia asegura que con cinco pesos por semana almuerzan los siete miembros de su familia. Además, ella, como las otras mujeres que concurren a la cocina, les dan una mano a las cocineras "para pelar papas o limpiar las ollas".



Las mujeres colaboran con la comida y las compras.
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