Año CXXXV
 Nº 49.387
Rosario,
lunes  11 de
febrero de 2002
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La crisis. El gobierno debe transparentar las reglas de juego para ser creíble
Duhalde, el dólar y los economistas
Presupuesto equilibrado y regla monetaria son vitales. Una dolarización sería la peor de las opciones

Eduardo Remolins (h)

Sólo los políticos y los sindicalistas actualmente sufren un descrédito mayor que los economistas en Argentina. Se duda si estos últimos comparten el tercer lugar con los abogados o si ya se los relegó a un cómodo cuarto puesto. ¿Los economistas en su valija es que no tienen un conjunto de tres o cuatro medidas que puedan sacar al país esta situación? Esta pregunta es la más formulada por los argentinos en estos días, junto con la más familiar: ¿a cuánto estará hoy el dólar?
Con respecto a la primera pregunta me gusta mirar el desconcierto que causa en mi interlocutor la respuesta: "No es tan complejo ni tan misterioso el conjunto de medidas que hay que tomar". En efecto, hay cuatro cosas que se deberían haber implementado paralelamente al abandono de la convertibilidad y la flotación del dólar si no se quería padecer este caos. La primera era, obviamente, la pesificación, medida que el gobierno toma con más de un mes de atraso. La segunda es un presupuesto equilibrado, es decir, sin déficit. La tercera es una regla monetaria, la norma a la que debe atenerse el Banco Central (BCRA) para emitir moneda. Esta norma debe especificar que este año la emisión sea cercana a cero, pero también decir que en el futuro la cantidad de dinero que se emita tendrá relación con la tasa de inflación que se quiere tener (ejemplo: el Banco Central controlará la cantidad de dinero para que la tasa de inflación no supere el 4% anual). Sin emisión, no hay inflación. La cuarta es que se establezca la regla con la cual el BCRA va a manejar el valor del tipo de cambio.
Todas deben ser reglas transparentes, simples y creíbles. Tal como fue la convertibilidad por muchos años. Pero, el gobierno ha violado algunos de esos postulados o los ha hecho confusos y poco claros.
En primer lugar, el presupuesto prevé un déficit de tres mil millones de pesos. En la actual situación de las cuentas públicas es mucho. ¿Qué, no se podía bajar más? Si con una tibia reforma política (reducción del 25% del número de puestos políticos) como la que anuncian, se pueden bajar mil millones del presupuesto, es evidente que con una reforma en serio se podría haber llegado bastante cerca de los tres mil millones necesarios.
Se habla básicamente de los puestos legislativos, pero nadie habla de los puestos "políticos" (ñoquis) del Pami o la Ansés, por ejemplo. ¿Qué necesitan más tiempo? La primera reforma política la anunció Gustavo Béliz, ministro del Interior de Carlos Menem a comienzos de la década pasada. A propósito, el vicepresidente era el actual presidente de la Nación, Eduardo Duhalde. ¿Es esto culpa de los economistas? En todo caso lo será de los economistas que ocuparon funciones de gobierno en los últimos años.
En segundo lugar, el presupuesto es irreal porque contempla una reducción del PBI (Producto Bruto Interno) del 4,9%, que va a ser menor que la real. Por lo tanto, los ingresos del Estado se están sobreestimando. En tercer lugar, las provincias no han cedido un ápice en el dinero que les gira el gobierno Federal. Quieren lo mismo que habían arreglado con el ex presidente Fernando De la Rúa, pero el país ya no es el mismo.
Muchas provincias resisten el ajuste también en sus presupuestos. Por ejemplo, la provincia de Santa Fe llegó a presentar un presupuesto, preparado bajo los efectos de alucinógenos, que preveía un crecimiento en la provincia de dos por ciento para el 2002. Además, los recortes a los presupuestos de las dos legislaturas fueron la mitad de lo prometido públicamente por el gobernador Carlos Reutemann. Algunos ministerios, como Hacienda, hasta aumentaban sus erogaciones. Y la lista sigue. ¿Es esto culpa de los economistas? ¿Reutemann es economista?
En cuarto lugar, el déficit del presupuesto será parcial o totalmente financiado con emisión, alimentando el combustible para la suba del dólar. Por otro lado, y sorprendentemente, el gobierno nacional anuncia que va a intervenir el mercado cambiario vendiendo divisas, para que el valor del dólar fluctúe en una banda. ¡Pero no va a decir cuáles son los valores de esa banda!
En cualquier economía del mundo, el Banco Central anuncia qué valor de la moneda desea sostener, brindando un mínimo horizonte de previsibilidad. Si las empresas y las personas no saben a qué valor del dólar va a intervenir el Banco Central vendiendo, significa que no saben qué precio puede llegar a tener en el futuro. Y por lo tanto compran... a cualquier precio. Si el dólar hoy está a 2,7 pesos compro, porque quien sabe si la semana que viene no estará a tres o cuatro pesos.
No ponerle "techo" al dólar desde la política cambiaria crea un círculo vicioso de incertidumbre y aumento de la demanda de dólares (y repudio de la moneda doméstica, el peso). ¿Puede sorprender entonces que la gente prefiera desesperadamente dólares, a cualquier precio, a los devaluados pesos? Sin embargo, ¿alcanza esta verdad de perogrullo para recomendar la dolarización?

La cura del Dr. Jekyll
Pongámoslo así, si un paciente tiene una infección en los riñones, ¿tratamos la infección con antibióticos o le extirpamos los riñones? Los riñones tienen una función, como la tiene la moneda nacional y el tipo de cambio que la liga al resto de las monedas. Cuando ocurre una crisis financiera en el mundo (como la rusa, la asiática o la brasileña), las economías de los países afectados se adaptan a la nueva situación de dos maneras: en parte reduciendo su ritmo de crecimiento o inclusive entrando en recesión, pero en parte también a través de la depreciación de su moneda que les permite, exportando más e importando menos, suavizar la recesión y agregarle "combustible" a la economía.
Una economía dolarizada carece de uno de los dos factores de ajuste (la depreciación de la moneda). Por lo tanto, todo el peso del ajuste recae en el nivel de actividad, es decir en recesión. Prepárense, si dolarizan, para las crisis más dolorosas, en un mundo donde éstas tienen lugar con mayor frecuencia que nunca.
Este paciente, a quien le quieren extirpar los riñones en lugar de curárselos, va a tener que vivir en diálisis permanente y eso es molesto y doloroso. ¿Es esto culpa de los economistas? No. Salvo de aquellos que, más que profesionales independientes, son abogados hábiles para defender los intereses de sus clientes (grandes empresas endeudadas, grandes acreedores financieros, etcétera).
Es gracioso ver que algunos de quienes no quieren administrar la medicina correcta o administran la que empeora la situación son los mismos que abogan por la extirpación de la moneda. Y por favor, no me malinterprete, esto no se trata de nacionalismo. Se trata de sentido práctico y de saber cómo funcionan los sistemas económicos. Lo que hay que hacer no es tan difícil, no es tan extraño. Estados Unidos lo sabe y ve que no se apunta en esa dirección. Por eso no apoya. No nos enojemos con los Estados Unidos, ni con los economistas, ni con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la CIA o la cadena televisiva CNN. Por el contrario, hay que mirar en otra dirección. En dirección a ese grupo de gente que por estos días es insultada en la calle y echada de los bares y parrillas de Rosario y de todo el país. Esos sí tienen mucho que ver. Tienen todo que ver. Usted sabe a qué me refiero.


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