cartas

Por una nación mejor

Comunidad/individualismo, confianza/descreimiento, dos "parejas" que aparecen rápidamente en el análisis de las variables que se mueven bajo la superficie de la Argentina. El miedo nunca es zonzo, y menos ahora. Sin embargo, los ciudadanos de cualquier país están obligados a consentir con hechos que viven en sociedad, con elementos comunes que equilibran la balanza de deberes y derechos. Lo cierto es que el tejido social argentino columpia entre actitudes comunitarias y gestos de marcado egocentrismo. "Aquí recuerdo lo que me pasó con mi corporación consular, que protestaba a cada momento su fidelidad al rey de España; y de mi relación inferirá el lector la proposición, tantas veces asentada, de que el comerciante no conoce más patria, ni más rey, ni más religión que su interés propio, cuanto trabaja, sea bajo el aspecto que lo presente, no tiene otro objeto ni otra mira que aquél...". La frase pertenece a Manuel Belgrano al citar la reacción de los comerciantes de Buenos Aires frente a la invasión de los ingleses en 1806. ("Autobiografía", Biblioteca de Mayo. Colección de obras y documentos para la historia argentina. Buenos Aires, Senado de la Nación, 1960, tomo II). El recuerdo aparece ante remarcaciones, desabastecimientos, corridas hacia el dólar (el exceso de demanda eleva el precio del producto, según las reglas del sistema capitalista). Seguramente, no son todos ("los comerciantes", decía). Pero esta reflexión resulta totalmente válida para los tiempos que corren y habría que agregar "financistas, exportadores, importadores, empresarios". Lo que se necesita -además de trabajadores, profesionales, científicos- para refundar una nación, un pueblo, un sueño, por encima de sectores, intereses y egoísmos.

Alberto Alvarez