Año CXXXV
 Nº 49.387
Rosario,
lunes  11 de
febrero de 2002
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Reflexiones
¡Ay!, mamita querida

Esteban Franichevich (*)

Así dice un escribano conocido mío cuando quiere expresar aflicción, preocupación o malestar por lo que ve o escucha. Así dije cuando vi la pelea de los plateístas de Boca y River en Mar del Plata, que terminó con el partido y la goleada. Es que tenemos que asumir que la violencia en los partidos de fútbol no terminará jamás, que debemos acostumbrarnos definitivamente a escuchar los resultados de los partidos junto con los resultados de los combates entre los hinchas...
El fútbol es un negocio redondo y actualmente uno de los más rentados, del que viven además de los jugadores -que son quienes hacen el fútbol-, los DT, los intermediarios, los directivos empresarios, los sponsors, las agencias de publicidad, los periódicos, los medios gráficos, la TV, y aunque usted no lo crea, el gobierno -¿vieron la foto del abrazo del presidente con el titular de AFA?-. Con esta cantidad de gente ocupada en el negocio del fútbol, es imposible que éste se detenga, es impensable que éste se detenga, y porque la violencia de los hinchas está en la cancha y en los alrededores y la cancha jamás cerrará, la violencia de aquellos jamás será desterrada de las canchas de fútbol sino que a lo sumo acotada (1).
Es muy común el discurso de un montón de aquellos que cité condenando a la violencia en el fútbol, pero bueno es decir que la mayoría de los que discurren fingen ser estrictos y estar apesadumbrados por lo que pasa, y se portan ante las cámaras y los micrófonos como deben portarse, disimulando muy bien el desinterés y la indiferencia que realmente sienten. Animados por el lucro del negocio, les conviene un discurso de ocasión, aunque en reserva prefieren la utilidad contable. En la intimidad seguramente piensan que porque existe la división del trabajo debe ser la policía la encargada de la violencia futbolera, así como ellos no piden se encargue de la compraventa de los jugadores a Europa.
Dividiendo los trabajos se ocupan de los propios y, sin dudas, aunque expresen lo contrario cuando tienen que hablar, esperan que sea la policía quien no permita la violencia. Por esta vía, aunque se amagó con suspender el superclásico de Córdoba, éste se hizo -por fortuna no pasó nada-, y aunque se amague con suspender el fútbol porque no hay seguridad, a lo sumo se suspenderá porque los jugadores no cobran -y quedan afuera del negocio-.
El negocio está instalado y los dueños de éste jamás permitirán que se termine y seguirán ensayando discursos fingidos de condolencia, preocupación y tristeza, como también los policías deberán poner la cara y salir generalmente mal parados porque nunca todo el mundo quedará conforme... los hooligans son británicos, los tifosi son italianos, la torcida es brasileña y los barrabravas son argentinos, tan argentinos como cualquiera de nosotros, y aunque nos pese actores en el negocio del fútbol... es el precio que nos cobra el mercado/ espectáculo... ¡Ay!, mamita querida...
(1) No ignoro que la violencia no es un problema limitado a las canchas de fútbol, ni propia de éstas, pero el artículo apunta al rectángulo verde.

(*) FIscal de la Justicia provincial y docente universitario


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