Año CXXXV
 Nº 49.387
Rosario,
lunes  11 de
febrero de 2002
Min 20º
Máx 33º
 
La Ciudad
La Región
Política
Economía
Opinión
El País
Sociedad
El Mundo
Policiales
Escenario
Ovación
Suplementos
Servicios
Archivo
La Empresa
Portada


Desarrollado por Soluciones Punto Com





Editorial
Que prime la cordura

La jornada de la fecha implica la apertura de un nuevo y decisivo período en la historia contemporánea de la Argentina: a partir de hoy el dólar flotará libremente en el mercado, después de largos años de convertibilidad uno a uno con el peso y un breve período en el cual el gobierno fijó arbitrariamente su importe. Se trata, sin dudas, de una prueba de fuego para la gestión que encabeza Eduardo Duhalde. Es que la desconfianza de los argentinos en su moneda -justificada, por cierto- puede llegar a convertirse en el disparador de situaciones indeseables para el futuro de la patria. Por eso, ojalá que en los días que se avecinan predomine la cordura. De lo contrario, los vaticinios más oscuros podrían adquirir forma visible.
La convertibilidad instaurada por el tándem Carlos Menem-Domingo Cavallo cumplió, en su momento, un rol trascendente para brindarle al país la certidumbre que ansiaba y necesitaba en el terreno económico. Mediante su aplicación se le puso freno a la hiperinflación, que había destrozado el tejido social argentino. Sin embargo, ese mismo sistema se convirtió progresivamente en una camisa de fuerza que constriñó el desarrollo económico -sobre todo, el aspecto productivo- hasta casi asfixiarlo. Claro que a ello contribuyeron no sólo los elevados costos que debían afrontar las empresas, y que les restaban competitividad, sino la nula disciplina fiscal de que hizo gala durante la pasada década el Estado, tanto el nacional como, con distintos matices, las administraciones provinciales y hasta municipales.
El resto es historia conocida: después del estallido popular expresado a través de masivos cacerolazos, la caída del fallido gobierno de Fernando de la Rúa y la vertiginosa sucesión de presidentes que al cabo desembocaron en la asunción del doctor Duhalde, bajo cuya égida se definió la devaluación del peso. En ese marco, disputas de toda índole signaron días difíciles, que aún no han terminado. El intento del gobierno es reactivar el paralizado y en muchos casos hasta herido de muerte aparato productivo. Para ello, ciertamente, necesita restablecer el equilibrio perdido, reinyectar confianza en el desprestigiado sistema bancario y, también, ayuda internacional.
No existe nación exitosa que no tenga una moneda propia, con la cual su población realice todas las transacciones inherentes a una economía viva y en la cual pueda realizar sus ahorros. Reconstruirla será tarea ardua, pero en ella -cabe recordarlo- no sólo estarán implicados quienes tienen el duro rol de la conducción, sino cada uno de los argentinos.


Diario La Capital todos los derechos reservados