Año CXXXV
 Nº 49.386
Rosario,
domingo  10 de
febrero de 2002
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Travestis y prostitutas ven decaer abruptamente la demanda de sus clientes
La industria del sexo también sufre la crisis y los cacerolazos
Cobran en pesos, bonos y tarjeta, y a los turistas les piden dólares. Muchos han bajado las tarifas

Mario Naranjo

Sentado en el portal de un edificio de departamentos, Melody -un travesti que en realidad se llama Daniel y se prostituye para vivir- fuma un cigarrillo mientras maldice la falta de clientes debido a la crisis económica argentina y a la ausencia de dinero en efectivo.Hasta finales del año pasado, sus servicios sexuales costaban hasta 40 pesos, que significaban 40 dólares. Pero ahora, tras una devaluación que ha bajado a la mitad el valor de la moneda argentina, está dispuesto a recibir cualquier oferta antes de subir a un auto y cumplir con su cada vez menor clientela.
"Si me ofrecen cinco dólares (algo más de 10 pesos), voy", dice, haciendo cálculos que ese puñado de monedas le servirá para juntar lo que necesita para pagar sus gastos de vivienda, comida, maquillaje, ropa y a quien le brinda protección.
Pero el negocio del sexo -callejero o en locales- no sufre solamente en Argentina por la disminución de clientela debido a la devaluación o la falta de circulante desencadenado por una serie de restricciones a las operaciones bancarias, ya que la falta de trabajo y el hambre han empujado a "la profesión más antigua del mundo" a muchas personas.Según datos oficiales, 4,5 millones de personas en edad de trabajar están sin empleo o subempleadas. Además, el 45 por ciento de los 36 millones de argentinos vive en la pobreza y de ese grupo, cerca de 12 millones tienen menos de un dólar diario para vivir.
"Ahora hay que esperar un poco más para conseguir un cliente. Vienen, ven, se babosean (entretienen con morbo) y se van. Pocos concretan el servicio", asegura Vanessa mientras toma un café en un bar donde muchas mujeres ofrecen su cuerpo cerca del emblemático Obelisco.
Blusa ceñida al cuerpo y un jean que deja en claro su bien formado cuerpo, Vanessa dice que pese a la crisis y a una inflación del 2,3 por ciento para enero, la más alta en la década, no piensa cambiar la tarifa por sus servicios.
"Cada vez hay menos clientes, pese a que buscamos innovar y no hemos alzado los precios. Sólo se interesan los turistas, que para colmo han venido menos por el quilombo éste (de los saqueos y los cacerolazos)", dice Facundo aludiendo a los problemas sociales, mientras reparte invitaciones para un club nudista en pleno centro de la ciudad.
La falta de clientes, las restricciones a la circulación de dinero y el aumento de la competencia, han obligado a los trabajadores sexuales a implementar una serie de variantes para tratar de mantener a los pocos clientes que les quedan.
Una de las medidas es aceptar tarjetas de crédito y hasta los bonos que emitieron el país o las provincias con el fin de tener liquidez para cancelar sus deudas.
Candy, una muchacha de 19 años, "rubia, ojos grises y labios carnosos" que ofrece sus servicios en la página de clasificados de un diario, acepta este tipo de pago.
"Tarjetas de crédito, Lecop (letras del tesoro), Patacones (bonos de la provincia de Buenos Aires) o en pesos, como te guste a vos abonar, cualquier arancel se puede negociar", comenta en un diálogo telefónico.
"Obvio, patacones y Lecop se reciben uno a uno", asegura, pese a que estos papeles tienen en el mercado financiero un descuento del 10 por ciento de su valor nominal.
Otras ofertas son dos servicios a precio de uno, una hora completa a precio de media hora, o barra abierta en los bares nudistas. Algunos simplemente optaron por mantener el precio.

La crisis se metió a la cama
La industria del sexo en Argentina no sólo lucha contra los efectos de la crisis, sino a las consecuencias que trajo a la población el mal momento económico del país.
Un estudio difundido en enero por el Hospital de Clínicas de Buenos Aires reveló que a causa de la crisis política, social y económica, los argentinos han visto disminuido su deseo sexual.
"La gente anda más triste, no está dispuesta a gastar mucho", sostiene Facundo, mientras camina en busca de un grupo de turistas asiáticos, a quienes pretende llevar a su negocio.
"Yo ahora cobro en pesos, pero si es un gringo el asunto es en dólares, sin tomar en cuenta lo de la devaluación", dice Vanessa antes de dejar su taza de café en la mesa y volver a sonreír en busca de clientes. (Reuters)



La falta de efectivo golpeó con dureza a la prostitución.
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