Año CXXXV
 Nº 49.386
Rosario,
domingo  10 de
febrero de 2002
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Editorial
Presidente o primer ministro

El presidente Eduardo Duhalde lanzó el viernes a la noche su intención de reformar la Constitución nacional para bajar drásticamente el gasto político en el país y adecuarlo a las restricciones que impone la crisis actual.
En ese marco de posibles modificaciones a la Carta Magna -la última se efectuó en 1994- el mandatario esbozó la idea de repensar integralmente el sistema de representación y planteó la necesidad de debatir sobre la conveniencia de instalar un régimen democrático parlamentarista en lugar del actual sistema presidencial.
La idea es muy interesante porque de concretarse le daría al sistema político argentino la posibilidad de sortear crisis de gobierno en el marco de una renovación permanente de los representantes del pueblo.
Este sistema político se aplica en muchos de los países de la Unión Europea que encargan a un primer ministro la conducción del gobierno y delegan en los presidentes o monarcas las cuestiones atinentes al protocolo y a las relaciones supranacionales. Después de las elecciones, el presidente o monarca encarga al líder del partido que más votos obtuvo la tarea de formar gobierno con el apoyo de la mayoría de los legisladores electos.
La ventaja de este sistema de representación parlamentaria es que cuando existen crisis políticas en el partido del gobierno que lo llevan a perder mayoría en las cámaras, el primer ministro debe convocar a elecciones anticipadas para formar otro gobierno porque sin el apoyo del Parlamento no puede seguir en funciones. Con muchas variantes de acuerdo a cada país, el sistema ha funcionado como fusible para mantener alejadas lo más que se pueda a las crisis políticas de las cuestiones del Estado.
Un ejemplo es Italia, inestable políticamente durante mucho tiempo pero con un sistema que le permitió salvar su economía y mantener intactas las funciones del Estado. Hoy la península es una de las potencias industriales del mundo
En la Argentina, tratar de separar política y economía sería muy beneficioso y tener un primer ministro que forme gobierno con los legisladores también. De esta manera, tal vez, la crisis política que sacudió a la Alianza no hubiera terminado en el actual desastre y la caída de ese gobierno no hubiera sido tan traumática.


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