Laura Vilche / La Capital
Quien entra a un curso de italiano en Rosario no puede evitar acordarse del famoso monólogo de Pinti. Ese en el que un padre argentino en Italia intentaba pedir jamón para su hija y gritaba: "¡Camone per la nena!" en lugar de decir "prosciutto per la ragazza". Es que es mucha la gente que emigra a Europa y decide prepararse. Familias enteras que quieren cruzar el charco sabiendo, al menos, decir bon giorno (buen día), ciao (hola) o grazie (gracias). Y lo que no saben lo inventan. Ya son más de 600 los que asisten a los cursos de verano de las familias Marchigiana, Piamontesa, Abrusezza, Emilia Romagna, Veneta, el centro Orientador de Estudios Lingüísticos (Coeli), la Asociación de Docentes de Italiano de Rosario (Adir) y el Centro Lombardo. También están por largarse los de Humanidades y Artes y los regulares que todas estas entidades empiezan a dictar a partir de marzo. Los cursos de verano duran un promedio de dos meses, con dos clases semanales. Cuestan entre 5 y 30 pesos mensuales. Allí se enseñan cuestiones básicas: los verbos del modo indicativo, los singulares y los plurales, cómo pedir información en un hotel o en un aeropuerto, y artilugios para manejarse en el nuevo destino: cómo usar el boleto con descuento del tren, acceder a comedores comunitarios con tarifa reducida y usar las tarjetas telefónicas. En todas las entidades sostienen que la demanda de cursos de este verano se triplicó, y que en algunos lugares los docentes están sobrepasados. ¿El motivo? "La urgente necesidad que tiene la gente de irse del país", sostiene Carlos Italiano, director cultural de Coeli y presidente de Adir. Si hay algo que rescatar es que los 120 docentes de italiano que hay en Rosario hoy están de parabienes. Tienen trabajo. "Pero como argentino siento que el corazón se me parte en cuatro", dice Italiano, quien recomienda aprender el idioma con profesores. "Todos creen que el italiano es fácil -agrega-, y no es así. Fácil es chapucearlo, pero la gramática es más difícil que la del español". Cuando trata de explicar las razones por las que los argentinos inventan un italiano tan particular, el profesor da algunos ejemplos. "Es muy común -señala- que la gente agregue «are» a todos los tiempos de verbo. Así como dice amare, dice salire, pero eso no significa salir. Porque salir en italiano se dice uscire". La mezcla idiomática tiene que ver con los inmigrantes. Piamonteses, lombardos y marchigianos llegaron entre 1870 y 1900. Los anotaban mal, pero como muchos eran analfabetos no corregían y así comenzaron a inventarse palabras. Las confusiones seguirían entre 1920 y el 40, con la segunda oleada migratoria. "Calabreses, sicilianos y napolitanos llegaron a ciudades como Rosario y se dedicaron al trabajo portuario y al comercio. Por ellos los rosarinos nos comemos las eses", dice Italiano. Por último vendrían de toda Italia huyendo de la guerra. "Cada región tiene su dialecto, no es raro entonces que los rosarinos hablemos italiano inventando palabras. Desterrar esa costumbre es un desafío en estos cursos", señala el profesor.
| Albano y su mamá Norma perfeccionan el italiano. | | Ampliar Foto | | |
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