Macedonio Fernández es uno de los escritores más citados aunque menos divulgados de la literatura argentina. Su erudición responde a una formación ecléctica y de un vasto interés por géneros diversos: las letras, la física, la psicología y la filosofía. Sus textos influenciaron la producción de numerosos escritores aunque él, con excepción de un período de juventud, optó por mantenerse alejado de las capillas y grupos literarios. Borges declaró en varias oportunidades la afinidad que reconocía con el escritor amigo de su padre, Jorge Borges, y la influencia que sus propuestas vanguardistas tuvieron en la constitución de su proyecto escritural. Nacido en Buenos Aires en 1874, hijo de un estanciero, Macedonio estudió leyes en la Facultad de Derecho, se recibió de abogado a los 22 años pero en 1921 ya había abandonado su carrera. Sus primeros poemas los había publicado a partir de 1891. Pero fue en 1904, en la revista de vanguardia "Martín Fierro", donde empezó a ganar notoriedad. El abordaje de problemas filosóficos lo situaron en el terreno donde con más fecundidad experimentó. Su escrito filosófico mas importante "No toda es vigilia la de los ojos abiertos", desde el título señala la distancia de su autor respecto de la filosofía académica. Publicado en 1928, es un pequeño pero complejo ensayo donde se combinan mística, poesía, fantasía, critica filosófica y hasta chistes. Resulta notable que Macedonio Fernández se haya permitido divagaciones mas o menos caprichosas y a la vez haya sabido discutir con autores como Kant, Schopenhauer y Berkeley. La obra de Macedonio Fernández permanece aún hoy inclasificable: su constante ruptura con las convenciones literarias -que tanto estimularon a la generación de la revista "Martín Fierro"- su exploración de los problemas metafísicos, el uso punzante del humor y la paradoja para desarmar cualquier esquema lógico y su reflexión permanente sobre las condiciones de posibilidad del hecho literario hacen de ella uno de los núcleos más originales e inexplorados de la literatura argentina. Gracias al cuidado, transcripción y edición de su hijo Adolfo de Obieta fueron publicados entre otros póstumamente "Poemas", 1953; "Museo de la Novela de la Eterna", 1967; "Cuadernos de todo y nada", 1972; "Adriana Buenos Aires", 1974. El humor fue en Macedonio forma y contenido. "Ya que no puedo hacer una copla ni un proverbio comparable a uno cualquiera de las docenas que inventó el pueblo no me queda más camino que hacerme escritor de muchos volúmenes", dijo en una ocasión. Hijo de ocho generaciones de argentinos criollos, supo usar la ironía para polemizar con el nacionalismo más rancio. En esa línea llegó a afirmar que consideraba a Martín Fierro "un siciliano vengativo". Vivió constantemente cambiando de sitios y esa tendencia se afirmó con la muerte de su mujer, Elena de Obieta, en 1920. Desde entonces deambuló por decenas de pensiones y su familia -había tenido cuatro hijos- le perdía la pista. Hasta que en los últimos años, en 1947, se asentó en un departamento de la avenida Las Heras frente al Jardín Botánico, con su hijo Adolfo. Pesaba menos de 50 kilos y casi no salía. Allí se mantuvo semioculto, entre pavas de mate y cansinos rasguidos de guitarra, hasta la mañana del 10 de febrero de 1952. Que fue la última.
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