Año CXXXV
 Nº 49.384
Rosario,
viernes  08 de
febrero de 2002
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Para Economía la disparada de precios es una "sensación térmica"
El secretario de Defensa de la Competencia afirma que no hay estampida ni desabastecimiento

El gobierno aseguró ayer que no se registran aumentos de precios y desabastecimiento sistemático y generalizado como para generar inflación, y que en los últimos días lo que experimenta es una "sensación térmica" de incremento de estos valores.
De todos modos, durante los últimos días agentes económicos de diversos sectores acusaron el impacto del incremento de los precios, incluidos alimentos y productos básicos de la canasta familiar, que se potenció en estos últimos días a partir de la decisión del gobierno de dejar flotar la moneda estadounidense a partir del lunes próximo.
El secretario de Defensa de la Competencia y el Consumidor, Hugo Miguens, afirmó ayer que en base a los relevamientos que realizó la dependencia en comercios y supermercados "no hay desabastecimiento y no hay estampida de precios".
Por su parte, el director nacional de Comercio Interior, Silvio Peist, descartó que se vayan a implementar controles de precios desde el gobierno, y aunque dijo que es "innegable" que hay aumentos "no tenemos que apresurarnos a decir que hay una disparada de precios generalizada cuando todavía hay competencia, y uno puede buscar un producto en otro lugar si en uno aumentó el 30%".

La calle está dura
Pese a ello, la reiterada postergación en la liberalización del mercado cambiario cosechó una mayor incertidumbre entre los distintos actores económicos disparando los precios y desabastecimiento en la mayoría de productos ante el temor de quedar fuera de juego a la hora de reponer mercadería. Como agravante, los productos exportables argentinos son comodities -granos y carnes-, que cotizan a precios internacionales (dólares) golpeando de lleno en los valores de la canasta familiar argentina.
Un ejemplo de las dos caras de la moneda es el trigo. Con la exportación y la oferta triguera fuera del mercado por falta de precios de referencia para el cereal, la molinería local representa el único sector que opera en los puerto, donde hasta ayer se ofreció pagar el grano a una cotización de cambio libre de dos pesos.
Aunque provocó la euforia de los vendedores, caldeó el horno entre los panaderos y fabricantes que tienen como insumo principal a la harina, debido a que los proveedores advirtieron que el mayor precio que se pague a los agricultures se trasladará directamente al consumidor: pan, galletitas, fideos y el resto de artículos de primera necesidad que integran la canasta familiar. El incremento en los precios de la harina rondan entre el 15% y 35%.
Otro caso es el de la carne vacuna. Los frigoríficos y ganaderos festejaron hace unos días la reapertura del mercado europeo para cortes de calidad conocido como la cuota Hilton (28 mil toneladas). Además, Israel comenzó a comprar carne argentina. Del otro lado del mostrador, esto redundó en una suba en el mercado interno del 10% y desaparecerá la oferta cárnica que la industria no vendió durante 11 meses debido a la aftosa, y que deprimió los valores para el consumo doméstico.
Ese giro positivo para promover el ingreso de divisas al país que representan las exportaciones, se traducirá no sólo en menores volúmenes de carnes en la plaza local, sino que la necesidad de contar con cantidad suficiente de carnes para cumplir con los embarques urgentes hacia Europa impulsará el precio en góndolas de supermercados y carnicerías argentinas.
Desde otro lado, la crisis que soportó la producción avícola durante los dos últimos años, agravada hacia fines del 2001 por la falta de alimentos balanceados profundizó los quebrantos sectoriales e incrementó las importaciones desde Brasil.
Así, mientras en el mercado interno y en épocas productivas normales el precio del pollo nacional compitió abiertamente con los menores costos de los importados del país vecino, el derrumbe de la producción local se tradujo en mayores compras externas, atadas al dólar.
Tras la devaluación del peso, la importación de pollos todavía refleja incertidumbre entre los operadores de la actividad. Esa actitud comercial se reflejó en subas que rondaron entre el 13 y el 20%, adujeron incrementos en precio del packaging para justificar el aumento.



En las verdulerías faltaron productos importados.
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