Editorial

Las prioridades

Cuando una Nación soberana como la Argentina transita un estrecho desfiladero donde el abismo es una posibilidad no impensable, el gobierno debe establecer un orden de medidas destinadas a evitar el paso en falso que viabilice la caída final.
Por eso, el presidente Eduardo Duhalde ha dicho en varias ocasiones que su principal preocupación como mandatario es garantizar la paz social, sobre todo después de los desbordes producidos en el mes de diciembre con la ola de saqueos y muerte en las calles.
El aparato productivo de la Argentina está ocioso pero intacto, sus fábricas sin daños y el campo desbordante de granos. Con decisiones políticas y económicas acertadas el resurgimiento del país será posible en el mediano plazo pero no sin sacrificios. Pero, hasta tanto la economía se reanime, el trabajo vuelva a ser el factor de crecimiento y el país se reordene -todas las crisis alguna vez terminan- es imprescindible atender a los sectores sociales que hoy han quedado absolutamente marginados y excluidos.
La apelación a tener en cuenta estos factores no están solamente destinada al gobierno nacional, sino a las provincias y a las municipalidades. No debe haber otra prioridad en los gastos oficiales que no sea atender las necesidades alimentarias de la gente, el abastecimiento de medicamentos e insumos en los hospitales y la atención de la salud.
Cuando todo ello esté garantizado por el Estado durante la situación de emergencia -que puede extenderse más de lo imaginado-, recién pueden atenderse otras cuestiones que seguramente son importantes pero tal vez prescindibles por un tiempo.
En Rosario, como en todo el territorio nacional, hay gente -niños y ancianos incluidos- que no satisfacen su dieta alimentaria diaria. Esto, en un país que va a exportar 28 mil toneladas de carne a la Unión Europea y millones de toneladas de cereales a todo el mundo. Las cosas hay que tomarlas desde su inicio y al hambre de la gente hay que prestarle mucha atención.