| | Interiores: Vacaciones
| Jorge Luis Besso
Las vacaciones son un tiempo fuera del tiempo como consecuencia de un cambio de espacio que se produce con o sin viaje, generalmente con el propósito de desenchufarse de un año que siempre es más o menos estresante, y con el objetivo de volver a enchufarse a un año que, con toda probabilidad, será también estresante, pero que se necesita que sea mejor. Estamos acostumbrados a pensarnos a través de metáforas eléctricas: conectados o desconectados, enchufados o desenchufados, con pilas o sin pilas, y, cuestión muy importante, siempre hay que tratar de tener algún cable a tierra. Para algunas comunidades religiosas (por ejemplo los maronitas) la electricidad es un límite que no hay que traspasar. Viven en un tiempo histórico anterior al uso expandido de la electricidad, se cierran sobre sí mismos, con todos sus principios y valores, pegados a la tierra y a la naturaleza. De esta forma siguen cerca de Dios, pues para ellos el progreso no es una evolución, sino una peligrosa involución de la cual se protegen. El mensaje que emiten estas comunidades es bastante claro: el alejamiento de Dios y de la naturaleza es un camino que lleva a la perdición, y en este sentido el progreso conduce directamente a la corrupción. La ilusión que las atraviesa de punta a punta es que el mal está afuera y el bien está adentro. Pero en este sentido, casi todas las sociedades son "maronitas", con el agravante de que les agregan la violencia, lo que las lleva a emprender cruzadas contra el mal y de esa forma a cometer siempre el mismo crimen: la ejecución del otro. No se trata de ser comprensivos, sino de tener la cabeza abierta, ya que por lo demás, todos los que salen a limpiar terminan sucios. En realidad ya lo estaban, pues el mal está tanto adentro como afuera. Con todo, la desconfianza maronita no está tan mal pues, como se sabe, de la electricidad hay que cuidarse, no sólo del peligro de quedar pegados, si no más bien del horror de quedar convertidos en aparatos, que se cargan, se descargan y que luego se recargan para volver a descargarse, y así sucesivamente hasta que la última carga nos aplasta. Sería preferible que las vacaciones fueran para algo más que cargar las pilas, pues en ese caso quedaríamos confirmados como aparatos, eso sí, con pilas, lo que siempre representa una mayor autonomía que un cable, que por muy largo que sea si el aparato se aleja demasiado, se desenchufa y nos quedamos sin energía. Por otra parte, en las vacaciones se sueñan otros sueños, no sólo el de hacer cosas distintas, sino el de ser otro, y más aún, si fuera posible quedarse a vivir ahí para for ever ser otro. Es verdad que las vacaciones nos sirven para salir de la rutina, pero dificilmente nos aparten de nuestra ruta, sobre la cual conviene un monitoreo reflexivo pues no siempre sabemos a dónde vamos. Nada fácil por cierto pues la sociedad, aquí y allá, más bien nos piensa como aparatos que no piensan, cartables y luego descartables, renovables que luego también serán descartables. Como, por caso, los autos que después de circular un tiempo se acumulan en corralones de chatarra. ¿Qué nos queda? Quedamos nosotros que no queremos corralones con humanos chatarras, en contra de una sociedad que identificada con el altar del mercado sólo se preocupa si la recesión es grande... como aquí. Se nos fue la mano con la chatarra. En suma, quedamos nosotros para que sobrevivir no sea la única ambición posible.
| |
|
|
|
|
|
Diario La Capital todos los derechos reservados
|
|
|