| | Panorama político En estado de shock
| Darío del Arco
La decisión de la Corte Suprema de Justicia de declarar inconstitucional el "corralito" financiero impactó de lleno en la administración Duhalde. La jugada de los jueces golpeó sobre el gobierno con mayor fuerza que cualquier "cacerolazo" y lo sumió, al menos momentáneamente, en una peligrosa incertidumbre y parálisis política. El Ejecutivo creyó ver en la resolución de la Corte un "golpe institucional". En un principio, el duhaldismo especuló, además, con la existencia de una mano negra "menemista" en la encerrona, pero esa sensación se fue diluyendo a medida que crecía la sensación de que los integrantes del Supremo Tribunal actuaron con el sólo fin de "salvar su pellejo". Fuentes gubernamentales admitieron haber tenido "débiles señales" de que la Corte podía hacer lo que, finalmente, hizo. Pero, nadie, absolutamente nadie en lo más alto del poder, creyó en la posibilidad cierta de una resolución tan audaz. Ni el ministro de Justicia, Jorge Vanossi, ni los hombres de fluidos contactos con la Corte pudieron advertir la maniobra de los jueces en su total magnitud. Por eso, aparecida la resolución que bajó de un plumazo el corralito, los habitantes de la Rosada creyeron desfallecer. La movida de la Corte -que hasta el viernes no había hecho lugar a los reclamos de ningún ahorrista- puso al nuevo plan económico gestado por Jorge Remes Lenicov al borde del abismo. Una situación por demás incómoda para el jefe del Palacio de Hacienda, que durante la semana debió transpirar para convencer a los hombres del FMI en Buenos Aires, mientras el canciller Carlos Ruckauf hacía lo propio por los Estados Unidos, Italia y España. La incursión del canciller y el nivel de sus entrevistas con los cuatro funcionarios más poderosos del gobierno de George Bush, Carlo Ciampi, Silvio Berlusconi, José María Aznar y el Rey Juan Carlos, entre otros había despertado alivio y sonrisas en los hombres de la administración central. Creyeron estar seguros que el ex gobernador bonaerense estaba abriendo la puerta a una verdadera contención internacional. Pero la sonrisas de desdibujaron, a medida que las agencias de noticias escupian cables con el fallo de la Corte. Tan desprevenidos los tomó la resolución que los teléfonos de las redacciones se recalentaron con llamados de lo más alto del poder para saber un poco más de la noticia. Ahora, el gobierno trabaja contra reloj para superar el mal trago que le convidó la Corte. El feriado bancario y cambiario de lunes y martes es el tiempo límite que el Ejecutivo tiene para salir del brete en el que lo puso el Tribunal, aún a sabiendas de que la plata que ellos autorizan a reclamar, brilla por su ausencia en todos los bancos de la Argentina. "La Corte le está diciendo a los bancos que entreguen el dinero que no tienen. Su resolución es nada más ni nada menos que un golpe institucional", bramaban desde el gobierno. Los menos diplomáticos llegaron a sostener sin pudor que "hay que tumbar a la Corte para terminar con este conflicto de poderes". Otros, en cambio, se pronunciaron a favor de respetar a rajatablas los mecanismos constitucionales para remover a los integrantes del máximo tribunal. Tal vez por eso, comenzaron a acelelerarse los tiempos de la comisión de juicio político que, hace sólo 3 días, habilitó en el Parlamento la posibilidad de colocar a alguno de los miembros del alto tribunal en el banquillo de los acusados. En la Rosada creen que esta situación, sumada al encono que la gente tiene para con los miembros de la Corte, fue uno de los elementos que catapultó a los jueces a fallar como lo hicieron, con elementos fundados pero sin contemplar la realidad. No faltan incluso los que hablan de una vendetta de los jueces, en el marco de la fuerte aunque no pública disputa de poder que mantienen con el gobierno nacional. A las pocas horas de la decisión judicial, Duhalde -con una conferencia de prensa y desde su programa radial- trató de llevar tranquilidad a la gente pero se quedó a mitad de camino. Dijo que no es un presidente débil y dio a entender que no le torcerán el brazo con facilidad. Renegó con dureza de lo hecho por la Corte, habló de chantaje y le pidió a la gente que no se deje "engañar". Pero, aún asombrado por la afrenta, no consiguió articular las frases necesarias para explicar cómo hará para salir del atolladero. Y no pudo hacerlo porque, junto a su equipo, tampoco logró -en las primeras horas- vislumbrar una rápida solución al tema. El sablazo de la Corte abortó los programados anuncios de reforma política con el que el gobierno pretendía "impactar" a la sociedad. Unos 1300 millones de dólares de ahorro en el gasto de la política parecía para muchos en el gobierno una buena señal. Todo quedó en una intención. Así como horas antes había quedado en deseo la posibilidad de llenar la plaza de peronistas para apuntalar el gobierno duhaldista, a partir de una idea polémica que levantó polvareda en el propio gabinete nacional. Finalmente, el gobierno advirtió que la idea de la Plaza no sólo era peligrosa, sino también incompatible con los recurrentes pedidos de unidad nacional, con la concertación que impulsa la Iglesia y con la necesidad de contar con todos para salir de la bancarrota en que se encuentra el país. En ese marco, fue la propia Iglesia la que hizo sonar la campanas del poder. Diversos fueron los canales por los cuales Duhalde se enteró del malestar de muchos obispos por la gestación de la concentración. Y sobre todo del enojo con la actitud del presidente, quien alimentó sin tapujos la idea de la "plaza del sí". Una mala idea, justo en momentos en que la jerarquía a través de sendos documentos había reclamado "renunciamientos" y grandeza para llevar a buen puerto las conversaciones que se desarrollan en el marco del "diálogo patriótico". Un diálogo que la Iglesia no abandonará, pero para el que puso condiciones a raíz de las posturas inflexibles exhibidas por los diversos sectores de la sociedad, entre ellos los banqueros. En el gobierno se valora especialmente el esfuerzo de la Iglesia en favor del diálogo. Pero son conscientes que la concertación no es la herramienta indicada para solucionar los problemas de la inmediatez. En ese plano figura el tema del corralito, la grave situación en las provincias, la efervescencia social, el malhumor contra los políticos, la falta de trabajo y la aún irresuelta asistencia social. Allí también está, indudablemente, la falta de confianza y de credibilidad que se ha apoderado de la gente y que llevó a miles de argentinos a abalanzarse sobre los bancos en busca de dólares, para intentar neutralizar cualquier nueva y eventual frustración. En las próximas horas, el gobierno deberá articular una estrategia que le permita sortear el "escollo" presentado por la Corte y avanzar hacia el anuncio del plan económico oficial. Una alternativa sería abrir definitivamente el corralito aunque de manera ficticia. Los plazos fijos podrían ser canjeados por bonos del Estado, al mejor estilo Erman González. De ese modo, el gobierno cumpliría con la disposición de la Justicia, mientras acelera el relevamiento de algunos de los miembros de la Corte. Esos mismos hombres jaqueados por el malhumor de la gente que, en algunos casos los ha obligado a cambiar de domicilio, entrar a los Tribunales por la puerta de los presos o abandonar algún bar, antes de ser definitivamente reconocido desde otras mesas. Si el gobierno le encuentra la vuelta a algunos detalles, hoy se conocerán las nuevas medidas económicas, a pesar del estado de shock. Ningún país vive sin economía y, la Argentina está paralizada desde hace mucho, pero mucho más que un mes.
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