Con sus 4.702 metros de altura el cerro neuquino Domuyo es una cima codiciada por los escaladores. Una caravana de autos, con un vehículo de apoyo, llegará hasta su base. La excursión que sale de Neuquén armará campamentos en Cutral-Co, Chos Malal, Varvarco y Aguas Calientes, y visitará minas de oro y el paraje donde los dinosaurios dejaron sus huellas.
Los organizadores estiman que en esta primera caravana al Domuyo, que se iniciará en la ciudad de Neuquén el próximo sábado y regresará al punto de partida el 19, habrá muchos vehículos particulares, con familias y amigos que viajan con carpas y bolsas de dormir. Para los otros hay minibuses y carpas, pero no bolsas.
El geólogo Omar González es el alma mater de esta excursión por el norte neuquino. El primer día llegarán hasta Villa El Chocón, en idioma mapuche "hombre aterido de frío", un lugar rodeado por bardas altas de intenso color morado.
En ese típico paisaje patagónico de bardas y mesetas desérticas la temperatura media del verano, que es seco y ventoso, ronda los 24 grados. Allí se construyó en 1967 una de las principales represas del país, El Chocón-Cerros Colorados.
Tierra de dinosaurios
En la entrada de la villa se ubica un dinosaurio de unos 8 metros de altura, no muy proporcionado pero simpático, que además de ser el lugar para las fotos recuerda que un habitante de El Chocón, Rubén Carolini, fue quien halló en 1993 al giganotosaurus que lleva su nombre, considerado el carnívoro más grande del mundo.
Carolini es el director del Museo Municipal, una visita tan ineludible como interesante, y muy cerca, a orillas de la laguna Exequiel Ramos Mexia, se observan las huellas que los gigantes dejaron en las rocas hace más de 105 millones de años.
Aunque es difícil imaginarlo, el ahora desértico paisaje fue en tiempos remotos una tierra probablemente de clima subtropical, salpicada de lagunas extensas y poco profundas, donde vivían cocodrilos y tortugas, sapos y dinosaurios.
Más adelante se llega a Plaza Huincul, donde está el pozo de petróleo número uno de la cuenca neuquina, que además tiene un bosque petrificado y las ruinas del rancho de la Carmen Funes, más conocida como "La pasto verde", un personaje en cuya historia nadie sabe cuánto hay de verdad y cuánto de leyenda.
Y también se pasa por Zapala, la ciudad cementera que tiene un museo con una interesante colección de fósiles marinos.
En ese tramo del camino es donde la meseta va quedando atrás y la caravana se adentra, lentamente, en la precordillera. En Chos Malal, "corral amarillo" en lengua nativa, las carpas se arman en el camping municipal, donde a la noche el grupo se reúne para la cena de bienvenida y la primera guitarreada.
Cisnes y flamencos
Al otro día se visita la Reserva Provincial de Fauna Laguna Tromen, creada en 1971 para preservar el hábitat natural de patos, cisnes de cuello negro y flamencos. A esta reserva, en la que está el imponente volcán Tromen, de 3978 metros, llegan en el verano aves migratorias como los chorlos y los playeros.
La otra excursión llega hasta Huinganco, pueblo situado en la margen izquierda del río Neuquén, con casitas que emergen entre pinares, alamedas y árboles frutales. Las plantaciones de cerezas, guindas y ciruelos son usadas en la elaboración de dulces artesanales, que actualmente es su principal fuente de trabajo.
Entre Huinganco y Andacollo hay varias minas de oro, entre ellas Erika y Sofía, que muestran en las paredes rocosas vestigios dorados del precioso metal. En ambas se conservan las viejas vagonetas que transportaban el mineral en tiempos de esplendor.
Actualmente la Minera Andacollo, empresa chileno-canadiense, realiza una moderada actividad extrayendo y procesando el oro.
Luego de pasar por Las Ovejas la caravana llega a Varvarco, el pueblo donde confluyen las aguas claras de un río, el Neuquén, con las turbias de otro, el Varvarco. Esa rara unión fluye durante un tramo en cursos bien diferenciados, hasta que finalmente las aguas se mezclan ya en las cercanías del puente viejo.
Desde este campamento a cielo abierto se llega hasta Los Bolillos, un paraje de extrañas formaciones rocosas. En esa soledad absoluta vive una familia de artesanos, que ofrece sus trabajos en cuero, y un cementerio donde se dice fueron a parar las víctimas de una epidemia de viruela.
Un camino sinuoso lleva hasta un mirador alto y natural desde el que se ve la profunda hondonada y el raro paisaje de Los Bolillos. Finalmente, a la mañana siguiente, la caravana emprende el camino hacia Aguas Calientes, apenas un caserío, donde un baqueano espera con un memorable chivo asado.
En Aguas Calientes hay muchos pozones de piedra para bañarse, fumarolas y surgientes de aguas termales, buenas para la piel. Las algas también vigorizan el organismo, pero lo mejor son los masajes que produce el agua de las cascadas.
Ya en la base del cerro se ven los grupos de escaladores iniciando los ascensos y el magnífico espectáculo de las vertientes del Domuyo, geíseres de dos metros de alto que bullen a 90 grados. Allí están las nacientes de muchos ríos y arroyos.
Desde allí la caravana desanda el camino hasta Las Ovejas y toma por el camino que lleva hasta las lagunas de Epulauquen.
Esa reserva turístico-forestal de 7.500 hectáreas anuncia la cercanía del bosque Andino Patagónico, un reducto único de roble pellín que convive con ñires, lengas y caña colihue, y con una flora silvestre y colorida como el amancay y la mutisia. En las aguas transparentes del río Nahueve la trucha fontinalis es un desafío para los deportistas del silencio.