Año CXXXV
 Nº 49.378
Rosario,
sábado  02 de
febrero de 2002
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Editorial
Mantener la calma

Pese a todas las dificultades y zozobras a que todos los argentinos están sometidos por estas horas, no es irrelevante recordar que la cordura y la sensatez son ingredientes trascendentes para este momento, donde se atraviesa la peor crisis social y política de la que se tenga memoria
Las medidas del gobierno no cuentan seguramente con el apoyo de toda la población ni contemplan las aspiraciones de todos los sectores involucrados en este verdadero estado de movilización popular. Pero es imperioso mantener la calma, algo que se sabe es difícil de pedir a la población que sufre y está angustiada.
Las protestas de la gente están contempladas y garantizadas por las leyes de nuestro país desde la reimplantación de la democracia en 1983. Gracias a este estado legal que también fue conseguido y arrancado a la última dictadura militar por la movilización de la gente, hoy se pueden exteriorizar -sobran las razones- la indignación y bronca por la situación calamitosa por la que atraviesa la República.
Sin embargo, nada de todo esto justifica que las protestas se tornen violentas y que luego se pierdan vidas humanas, como lamentablemente ocurrió durante los últimos meses en la Argentina. No hay nada más preciado que el valor de la vida y ninguna crisis económica ni política puede prevalecer ante ese valor fundamental.
Muchos de los países que hoy gozan de bienestar económico y crecimiento sostenido también han padecido crisis semejantes a las de nuestro país y sólo tras un gran esfuerzo han podido resurgir y construir una gran Nación. Alemania después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos en los años 30, Italia tras la tragedia del fascismo, son algunos ejemplos de la historia contemporánea.
Se sabe que la frustraciones actuales y la extrema necesidad de la gente no pueden ser eclipsadas simplemente tras recordar sólo que a otros pueblos también les fue mal en algún momento. Pero son una señal para indicar que la crisis no son eternas y que pueden resolverse.
Sí, es importante remarcar que la magia no existe para sacar a los pueblos del foso. Tampoco las soluciones mesiánicas o los liderazgos demagógicos y nacionalistas. Sólo el esfuerzo, una conducción política fuerte y con consenso y una economía al servicio de la producción. Todo ello en un marco de absoluta premisa: la democracia, la vigencia de las instituciones de la Nación y el más irrestricto respeto por la ley.


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