Año CXXXV
 Nº 49.378
Rosario,
sábado  02 de
febrero de 2002
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Boda real. Lucida despedida de solteros del príncipe Guillermo y la argentina
Máxima cumple hoy su sueño de ingresar a la Corona de Holanda
Grupos opositores harán una "fiesta paralela" para protestar por el carácter "antidemocrático" de la monarquía

Theo Peters

Miles de banderas de color naranja, alternadas con el rojo, blanco y azul de la bandera nacional de Holanda, adornan las calles de Amsterdam en espera de la boda del año entre el príncipe Guillermo Alejandro, el heredero de la Corona holandesa, y la plebeya argentina Máxima Zorreguieta.
Millones de holandeses encenderán hoy a la mañana el televisor para seguir en vivo y en directo el momento en que Máxima pronunciará, en un holandés fluido que ha sorprendido a todos sus futuros compatriotas, las palabras "sí, quiero" en la ceremonia civil que presidirá el alcalde de Amsterdam, Job Cohen, en la Bolsa de Berlage, uno de los edificios más emblemáticos de la capital.
En medio de un mar de banderas naranjas, el color de la Casa Real holandesa, la pareja recorrerá los escasos cien metros que separan la Bolsa de Berlage de la monumental iglesia Nieuwe Kerk, en la céntrica plaza del Dam, donde tendrá lugar la ceremonia religiosa de la boda, en presencia de representantes de todas la nobleza europea.
Tras recibir la bendición por la Iglesia protestante, el príncipe de Orange y su consorte realizarán en la llamada Carroza Dorada, cuyo uso está reservado exclusivamente a los reyes holandeses y sus hijos, un recorrido de media hora por el centro de Amsterdam.
El viaje terminará en la plaza del Dam, donde los príncipes saludarán al público durante 15 minutos, desde el balcón del palacio real, antes de viajar al destino, secreto, de su luna de miel, lejos de las cámaras insolentes que pretenden presentar la boda real, según se quejó el propio príncipe, como un reality show.

Una fiesta cara
El gobierno de Amsterdam no ha escatimado recursos -unos dos millones de dólares- para dotar a la ciudad de una imagen festiva y alegre que haga olvidar unos instantes el triste cielo plomizo que suele abatirse en esta época del año, en pleno invierno europeo, sobre la capital holandesa, conocida como "la Venecia del Norte".
Demasiados recursos, en opinión de los grupos republicanos, especialmente fuertes en Amsterdam, que se reunieron en un comité para organizar, de forma paralela a la fiesta real, actos culturales en protesta por "el carácter antidemocrático" de la monarquía.
Pero no son estas organizaciones, declaradamente pacifistas, las que preocupan a las fuerzas de seguridad concentradas en Amsterdam: las autoridades policiales temen que grupos violentos provoquen disturbios como los que enturbiaron hace 35 años el casamiento de la actual reina Beatriz y el príncipe alemán Claus von Amsberg.
Ningún holandés de mediana edad olvidará aquel 10 de marzo de 1966, cuando el centro de Amsterdam se convirtió de golpe en un campo de batalla después de que activistas antimonarquistas lanzaran bombas de humo contra la carroza real con los príncipes recién casados. Días después, la difusión de imágenes televisivas de la brutal respuesta policiaca al incidente estremeció nuevamente a los holandeses.
En aquel entonces, la violencia antimonárquica fue la expresión más extremista del extendido rechazo en la sociedad holandesa al ingreso en la Casa Real holandesa de un príncipe de origen alemán, por desgracia además ex soldado del ejército hitleriano.

Concierto para los invitados
La pareja real agasajo ayer a los invitados especiales a su boda con un concierto almuerzo en el Concertgebouw, la catedral de la música clásica de Amsterdam. Unas 1.500 personas, entre ellas representantes de todas las casas reales europeas, embajadores, artistas y escritores, asistieron al evento cultural en el monumental Concertgebouw, que se levanta en la plaza de los Museos de la capital holandesa, frente al museo Van Gogh y al no menos célebre Rijksmuseum.
El director Ricardo Chailly, al frente de la orquesta del Concertgebouw, una de las más reputadas del mundo, interpretó para los invitados, entre ellos las reinas Beatriz de Holanda y Sofía de España, y los monarcas de Suecia, Noruega, Dinamarca y Bélgica, la música del ballet "Romeo y Julieta", del compositor ruso Serguei Prokofiev.
Entre las caras más conocidas de la nobleza que se dieron cita en el Concertgebouw estaban Carolina de Mónaco, el príncipe heredero Felipe de España y su colega de Noruega, el príncipe Haakon, con su esposa Mette-Marit, una plebeya divorciada de un drogadicto que trajo un hijo a su polémica boda del pasado año. (DPA)



El príncipe y Máxima al llegar al Concertgebouw.
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