Año CXXXV
 Nº 49.374
Rosario,
martes  29 de
enero de 2002
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Editorial
La clase media

La irrupción de la clase media es el nuevo fenómeno de la política argentina. Protagonistas excluyentes de los cacerolazos que terminaron con Cavallo y De la Rúa y que después no soportaron los desatinos de Rodríguez Saá y lo obligaron a alejarse de la presidencia antes de comenzar a construir su sueño de poder duradero, impulsan una renovación total de la manera de gestionar la cosa pública.
Ahora la pelea es por los ahorros que quedaron atrapados en el corralito, pero la bronca apunta también contra la Corte Suprema, los partidos, la falta de trabajo, la corruptela. Es que esa clase media pujante, informada y emprendedora que encarnó la idea de progreso social, ve como desde hace años el agua le fue llegando al cuello y amenaza con hundirla.
Los números que testimonian el desbarrancamiento de este sector son concluyentes. El año pasado, sobre cuatro millones de compatriotas que están ubicados por debajo de la línea de pobreza, el 60 por ciento proviene de hogares que fueron perdiendo su poder adquisitivo; el otro 40% sí son pobres estructurales. Esta es la síntesis acabada de lo que ha sido la evolución del ingreso en la Argentina. La brecha entre los que más tienen y los que tienen menos se ha agrandado tanto que sostenerse en el medio se ha convertido en una tarea muy difícil. En valores absolutos, en el último cuarto de siglo, la clase media fue la mayor víctima de esta sangría de recursos: perdió 14 mil millones de dólares.
Según un estudio realizado recientemente por la consultora Equis, esta sociedad dual y desintegrada tiene una explicación: la transferencia inédita de ingresos desde los estratos bajos y medios hacia la cima de la pirámide social que llega, para un hogar con cuatro miembros promedio, a los 3.600 dólares anuales.
Con estos datos queda otra conclusión: desde hace mucho tiempo que la clase media tiene sobrados motivos para protestar. El corralito es, quizás, el caso más visible y generalizado para empujar el reclamo, pero no es más que el ratificación estructural de lo que ha sido el funcionamiento social de los últimos 25 años en nuestro país.


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