Año CXXXV
 Nº 49.372
Rosario,
domingo  27 de
enero de 2002
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Santa Fe se movió entre cacerolazos, escraches y repudios a Seineldín

Carlos Roberto Morán / La Capital

Algo más de mil personas autoconvocadas y de manera pacífica produjeron un cacerolazo en la zona sur de la ciudad de Santa Fe, iniciado en la noche del pasado viernes y que se extendió hasta la madrugada de ayer. Como en el resto del país, los manifestantes se declararon contra el corralito económico, las medidas financieras y reclamaron la renuncia de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. También se escucharon fuertes críticas a políticos y a integrantes del máximo tribunal de la provincia.
La concentración principal de vecinos se cumplió en la Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno y el Palacio de Tribunales, pero luego los autoconvocados se trasladaron por la avenida General López hasta el Palacio Legislativo, ubicado a cuatro cuadras del lugar, donde también hicieron escuchar sus consignas y sus críticas a la dirigencia política provincial.
Posteriormente un grupo se dirigió a la vivienda particular del diputado nacional Julio Gutiérrez, que vive en las inmediaciones de la Legislatura, donde efectuaron un escrache que incluyó insultos y hasta una pegatina de carteles en el frente del edificio.
La policía montó un amplio dispositivo de control frente a los edificios públicos, una sucursal del Banco de Galicia ubicada frente a la Casa Gris y el propio domicilio del legislador nacional, pero en ningún momento hubo que lamentar incidentes ni enfrentamientos.
En la práctica hubo dos concentraciones en ese sector de la ciudad. La primera y mayor reunió a unas 1.200 personas, casi en su totalidad pertenecientes a la clase media santafesina. Posteriormente ese grupo se disolvió y arribó otro, más reducido, que gritaba consignas políticas más subidas de tono y que permaneció en las calles hasta la madrugada.
También en distintos barrios de Santa Fe se produjeron cacerolazos vecinales, algunos de los cuales (dado el éxito de la convocatoria) proyectaban reiterarse en las próximas jornadas.
Un pequeño grupo de personas, más atildado y sin cacerolas, aprovechó la circunstancia y repartió almanaques de bolsillo con la imagen del ex teniente coronel Mohamed Alí Seineldín, a quien calificaban de "el último patriota" y por el que pedían la libertad.
Testigos relataron que la mayoría de las personas que recibieron el obsequio procedieron sistemáticamente a destruirlo.
Es que interpretaron que con esa acción se desnaturalizaba el sentido de la convocatoria.


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