Año CXXXV
 Nº 49.372
Rosario,
domingo  27 de
enero de 2002
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Osvaldo Soriano, paradigma de un escritor forjado en los medios

Gustavo Bernstein

Cinco años atrás, el 29 de enero de 1997, fallecía el escritor Osvaldo Soriano, el último gran best seller local y una figura controvertida de las letras argentinas.
Nacido en Mar del Plata en 1943, hijo de un catalán inspector de Obras Sanitarias y una criolla, antes de recalar en Tandil, Soriano pasó junto a su familia una infancia errante, deambulando por pueblos de provincia tras los destinos laborales de su padre.
Abandonó la secundaria en tercer año y cumplidos los 26 se trasladó a Buenos Aires para integrarse a la revista Primera Plana, a partir de lo cual comenzaría su infatigable escarceo con el periodismo. Trabajó en las revistas Panorama, Confirmado y en los diarios Noticias, El Cronista y La Opinión; fue corresponsal de Il Manifiesto italiano y cofundador de Página/12.
Paradigma del narrador forjado en redacciones periodísticas, dueño de un estilo fluido, directo y eficaz, dedicaba su tiempo libre a fabular historias y a cultivar su fervor por San Lorenzo.

Bélgica, París y el regreso
En 1973 editó su primera novela "Triste, solitario y final", y apenas ocurrido el golpe de estado de 1976 se trasladó a Bélgica y de ahí a París donde vivió hasta 1984, en que regresó al país. Curtido literariamente en el exilio, en 1983 se conoció "No habrá más penas ni olvido", y se publicaron seis ediciones de "Cuarteles de invierno".
En 1984 apareció "Artistas locos y criminales"; en 1988, "Rebeldes, soñadores y fugitivos" y su novela de mayor éxito editorial: "A sus plantas rendido un león", considerada una bisagra en su obra por el fuerte tono paródico; dos años más tarde se publicaría "Una sombra ya pronto serás".
Algunos lo comparan con Arlt, por tratarse de un autor sin formación académica, que "escribía mal" y no satisfacía al statu quo literario, pero al margen de la inutilidad de las comparaciones, Soriano estuvo bastante lejos de la sordidez urbana que hizo célebre al autor de "Los siete locos". Por el contrario, construyó un mundo de perdedores sentimentales que vagaban por los pueblos con un notable sentido del humor para asumir su condición y burlarse de sí mismos.
Influenciado por Chandler y por los narradores norteamericanos de la "generación perdida", sus novelas demuestran un expresivo dominio del diálogo incidental -al estilo de Faulkner o Hemingway- poblado de guiños e ironías, que dejan entrever antihéroes más bien quijotescos consumiéndose en su propio fracaso.
Devoto del cine y los gatos, noctámbulo incorregible -escribía hasta las ocho de la mañana y dormía hasta las cuatro de la tarde-, fanático del fútbol y fascinado por las sombras del peronismo, el Gordo, como lo llamaban sus amigos, murió el 29 de enero de 1997, a los 54 años, después de lidiar con un cáncer de pulmón.
Todavía hoy mientras unos celebran su obra como una metáfora de la realidad argentina y destacan su aptitud como narrador y creador de climas, otros impugnan su complacencia con el mercado, su populismo, su simpleza narrativa o lo califican como un escritor previsible y efectista. A estos y quizá, parafraseando la célebre frase de "No habrá más penas ni olvido", Soriano debió haber retrucado: "Si a mí nunca me interesó la literatura; yo siempre fui escritor".


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