Jorge Vogelsanger
Madrid. - En los meses previos a las elecciones generales de 1996, muchos aseguraban que José María Aznar, reelegido esta noche (local) como presidente del conservador Partido Popular (PP), jamás llegaría al Palacio de La Moncloa.Con su falta de carisma, decían, no iba a poder con el magnetismo popular de un líder como el socialista Felipe González, por muy afectado que hubiera quedado tras los escándalos que sacudieron su mandato. No fue así. El 3 de marzo de aquel año y pese a su "extraordinaria normalidad" y frialdad, Aznar vencía en las urnas al frente del conservador Partido Popular (PP). Por estrecho margen, eso sí, pero dos meses después tomaba posesión como nuevo presidente del gobierno, acabando con una etapa socialista que duró casi catorce años. Preguntado en ese entonces sobre cuál iba a ser el programa prioritario de su gobierno, la respuesta de Aznar fue escueta: "Durar". Quería mantenerse en el poder lo suficiente como para cumplir los proyectos que se había trazado, tales como la entrada de España en el euro. Aznar vio cumplido su objetivo con creces. Su país pasó a formar parte de la euro-zona, y en las elecciones de mayo de 2000, el PP arrasó en las urnas al obtener la mayoría absoluta, con lo que garantizó la permanencia de su líder en el poder por otros cuatro años. Hoy, a sus 49 años, Aznar, un aficionado de los récords y obsesionado por "ser alguien" puede presumir de ser uno de los dirigentes conservadores más importantes de Europa. Y del mundo, ya que recientemente fue elegido presidente de la Internacional Demócrata de Centro (IDC). Su ascenso político se lo debe a las dos virtudes que quizás mejor lo caracterizan: tenacidad y disciplina. "Nadie nunca me ha regalado nada, y por eso no le debo nada a nadie", asegura. Cuando Aznar llegó a la presidencia del PP en 1989, por ejemplo, recibió una llamada de la Iglesia, para pedirle que, como político católico, hiciera una declaración pública en contra del aborto. "Lo haré si ustedes en las misas piden el voto para el PP", fue su nítida respuesta. Nacido en Madrid en el seno de una familia de clase media el 25 de febrero de 1953, en una España dominada por la dictadura del general Francisco Franco (1939-1975), el actual presidente del gobierno se educó en el colegio religioso de El Pilar, cuna de muchos futuros dirigentes. Aznar tiene un hermano y dos hermanas, mayores que él. Su meta no era la política. Después de sus estudios de Derecho en la Universidad Complutense, que culminó, como él mismo reconoce, sin mucha gloria, su objetivo más inmediato era casarse y formar una familia con la que hoy es su esposa, Ana Botella, de la que se enamoró en el viaje de final de carrera a Grecia. Para ello se convirtió en inspector de Hacienda. También su mujer trabajó como funcionaria en la administración. De su unión han nacido tres hijos: José María, el mayor, Ana, y Alfonso, el menor. Aznar no incursionó en el mundo de la política hasta 1979, cuando se afilió a la derechista Alianza Popular (AP), el partido precursor del PP, liderado por Manuel Fraga, presidente del gobierno regional de Galicia y en su época ministro de Franco. A partir de allí su carrera fue meteórica: en 1982 fue diputado, en 1987 fue elegido jefe del gobierno regional de Castilla y León, y dos años después ya era sucesor de Fraga y vicepresidente del refundado PP, en cuyo líder se convirtió en 1990. Seis años más tarde ganó las elecciones, luego de haber perdido como candidato en 1989 y 1993. El mérito de Aznar ha sido aglutinar la derecha que sobrevivió al franquismo en un partido que ahora se define de centro reformista, si bien sus adversarios suelen recordarle el pasado político de la formación. Pero pese a sus éxitos, Aznar está decidido a retirarse de la primera línea política, como un deportista que se despide estando en la cumbre de su carrera. Por voluntad propia, su reelección como presidente del PP fue la última, y tampoco se presentará nuevamente como candidato a la jefatura del gobierno en 2004, pese a la oposición de amplios sectores del partido y la militancia. "La decisión está tomada y no hay vuelta atrás", dice. (DPA)
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