Año CXXXV
 Nº 49.361
Rosario,
miércoles  16 de
enero de 2002
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Hacia un nuevo país

Marcelo Muniagurria (*)

Una nueva etapa se ha iniciado en el país por la asunción de las autoridades nacionales, que iniciaron su gestión en medio de una crisis inédita por su profundidad y efectos. Ciertamente esta crisis no es ni única ni principalmente económica. Aunque algunas urgencias de coyuntura lleven a pensar lo contrario, es más peligroso el descrédito de la dirigencia en general, el resquebrajamiento del tejido social y el riesgo de enfrentamientos entre argentinos, cuando más imprescindible es unir fuerzas para encontrar la salida de esta encrucijada.
Nuestra historia, lamentablemente, abunda en ejemplos de oportunidades desaprovechadas; repasarlas debe servir para no repetir errores. Ya los romanos definían a la historia como "Maestra de vida". Días atrás los obispos argentinos difundieron un documento titulado "Reconstruir la patria", en el que llaman a una profunda y sincera autocrítica a todos los sectores y exhortan a iniciar un diálogo auténtico para procurar soluciones a los grandísimos problemas que nos afligen. Como aporte ante una convocatoria episcopal, van a continuación algunas ideas que planteo desde hace tiempo.
Dije años atrás y reitero hoy que la solución al problema de la representatividad de los dirigentes está en volver a las fuentes. Cada cual debe ser fiel a sí mismo si pretende recibir el reconocimiento de aquellos a quienes pretende conducir y representar. Poco puede esperarse de dirigentes incapaces de mantenerse fieles a sus principios y a sus promesas, ante la primera presión de las circunstancias.
Tengo la absoluta certidumbre de que el diálogo es el mejor camino con tal de que sea auténtico, con una actitud de sincera apertura hacia las posiciones del otro, y al mismo tiempo, con aportes realistas a la solución de los problemas, sin retóricas sólo destinadas a "ganar prensa".
En materia económica, por origen, trayectoria y convicción creo que la clave del despegue está en la producción, tan postergada en los últimos tiempos en nombre de fórmulas que evidentemente no dieron resultados.
Por citar sólo un ejemplo, como presidente de Confederaciones Rurales Argentinas firmé en agosto de 1998, junto a más de veinte entidades vinculadas al quehacer productivo, una declaración proféticamente titulada "Antes de que sea tarde", en la que se dejaba sentado que "el campo y la cadena agroalimentaria son el principal instrumento que tiene la Argentina para insertarse en lo más avanzado de la economía mundial". Esas palabras mantienen su vigencia. Haberlas desoído llevó a la engañosa realidad presente. Será sensato atenderlas como también al viejo principio que enseña a no gastar lo que no se tiene y que vale para los individuos como para los pueblos.
Entonces, si nos abrimos a un diálogo sincero sin perder por ello nuestra propia identidad, si probamos haber reconocido errores corrigiéndonos, si como dirigentes, en una palabra, nos ponemos a la altura de nuestras responsabilidades, la comunidad recibirá pronto los beneficios a que tienen legítimo derecho, luego de tantas desilusiones derivadas de nuestra ceguera.
No nos equivoquemos otra vez. La gente no reniega de la autoridad, la gente reclama una autoridad fundamentada en la capacidad y en la solvencia moral, no en las prebendas, las trampas o los acuerdos inconfesables. Para la gente esta manera de ser dirigentes murió. En buena hora.

(*) Vicegobernador de la provincia de Santa Fe


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