Año CXXXV
 Nº 49.361
Rosario,
miércoles  16 de
enero de 2002
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Interiores: Demandas

Jorge Luis Besso

Por estos días y por estas latitudes las demandas se renuevan y se multiplican cada semana, cada día y cada hora, con lo que nuestro país posiblemente se haya convertido en la capital mundial de la demanda donde el tiempo es un huracán que se lleva fuentes de trabajo, argentinos al exterior, presidentes a los retiros de privilegio y a otro montón de argentinos al interior de la pobreza, verdadero corralón en el que deambulamos sin poder salir gracias a los buenos oficios de políticos y economistas especialistas en llevarse los fondos, en enviarnos al fondo y todo siguiendo las indicaciones del benemérito Fondo que, como se sabe, está conformado por auténticos parásitos engordados con nuestro sacrificio, respecto de los cuales es muy difícil renunciar a la ilusión de que algún día reciban el cacerolazo definitivo.
Las demandas son varias y se pueden dividir en: sociales, económicas, jurídicas,
políticas y de amor.
Hoy por hoy la política cumple el curioso rol de más que nada desorganizar las demandas sociales, económicas y jurídicas, al punto que los representados, como se sabe, desde hace tiempo ya no se sienten más representados por sus representantes y por lo tanto no les queda otra que repudiar con sus votos, sus cacerolas y demás a una clase dirigente que ha hecho del autismo una autoconveniencia.
Nos queda el amor, cuando queda, y si ya no queda, siempre queda la esperanza, no tanto por optimismo, sino porque el amor es un terreno siempre movedizo, compuesto tanto por sorpresas como por repeticiones, por encuentros como por desencuentros, pero donde las almas aletean y se agitan porque todavía creen, a pesar de los tangos propios y ajenos.
Un clásico psicoanalítico distingue entre necesidad, demanda y deseo como tres órbitas distintas donde muchas veces el sujeto se pierde encerrado en un laberinto, lejos de la entrada y lejos de la salida, donde ni puede volver ni tampoco seguir, debatiéndose en encrucijadas que son repeticiones consumiendo las mismas recetas con las que en rigor consume su vida. La necesidad se refiere aquí al plano biológico de un ser que es social, y donde el recorrido que parte del impulso de la necesidad hasta que alcanza su satisfacción es vehiculizado por la psiquis donde demanda y deseo ocupan lugares fundamentales.
Demandar es esencialmente pedir, pero un pedido que va con onda de reclamo y de súplica, por lo que el lío está en potencia y a la primera de cambio estalla en acto, pues la demanda pida lo que pida lo que pide es amor.
Nos queda el deseo. Para el psicoanálisis el deseo es más inconsciente que consciente, por lo que muchas veces buscamos y reclamamos en el otro lo que deberíamos tratar de encontrar en nosotros. Esto es que es más fácil pedir que desear, pero en tanto la fórmula se repita se convertirá en una comodidad neurótica que terminaremos padeciendo, y haciendo padecer al otro. Tratar de conectarse con el propio deseo permite no pedir ni pan, ni queso, sino más bien lanzarse hacia el pan, el queso y lo que sea.


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