| | Opinión: Pavlovich y Cardetti, dos casos testigo
| Sergio Faletto
En un país que debate su existencia, el futuro de los clubes se conjuga con un verbo condicional. Y esto es comprensible, porque la organización del fútbol se hunde por el peso de la realidad. Ya no hay más tiempo. La crisis económica actúa como un alud y sepulta hasta los fundamentos más consistentes. Y allí están las instituciones, con una importante reducción en sus ingresos y un considerable incremento en sus egresos. Y culpar a la maldita economía es un simplismo. Ahora el contexto es otro, ya no hay dinero para comprometer. Varios directivos tendrán la obligación de abandonar la política facilista de firmar contratos impagables. Llegó la hora de sincerar el fútbol para que sea viable. Y esto también abarca a los jugadores, quienes deberán entender que ahora será complicado asegurarse un porvenir de por vida luego de jugar varios años en primera división. Tendrán que ajustar sus pretensiones a las posibilidades reales del club que dicen querer. Caso contrario, una gran mayoría pasará a engrosar la larga lista de desocupados en la Argentina. Algunos directivos dieron señales claras en cuanto a la urgencia de cambiar el orden establecido, que de ahora en más serán los clubes los que deberán establecer las reglas del juego-negocio e imponer su criterio ante la presión de las condiciones que establecen algunos jugadores para firmar sus respectivos contratos. Uno de los claros ejemplos de esta nueva y saludable modalidad es el presidente de River, José María Aguilar, quien decidió que todo aquel jugador que no tenga su contrato firmado no entrenará con el plantel y tampoco jugará. Aunque esto implique quedarse sin el goleador del Apertura, Martín Cardetti, quien en junio quedará libre (junto al delantero están en similar situación Gustavo Lombardi, Pedro Sarabia y Marcelo Escudero). Otro de los casos testigo apareció en Rosario, cuando la dirigencia de Newell's no aceptó las condiciones que puso el representante de Nicolás Pavlovich, Roberto Tota Rodríguez, para renovar el vínculo del atacante, quien también en junio quedará libre. Aunque ninguna de las partes quiso brindar detalles de las cifras solicitadas, trascendió que el empresario pidió alrededor de 440 mil dólares (algo menos de 300 por los dos años que Pavlovich jugó sin contrato y 150.000 más por un año a futuro) en concepto de prima, más aproximadamente 14.000 dólares mensuales de sueldo. Paradójicamente, Cardetti y Pavlovich son representados por el mismo empresario futbolístico. Más allá de que esta relación de fuerza entre clubes y representantes varía de acuerdo al presente futbolístico del jugador en cuestión, sería importante que los futbolistas entiendan que su actividad no es una isla en el marco de un país en el que la política distributiva es perversa y donde no hay manera de generar recursos a partir de una sociedad empobrecida. Ya no hay tiempo. Y no es un mensaje apocalíptico. El fútbol debe cambiar. La organización y la política económica de este deporte tienen que ajustarse a la realidad. Caso contrario, la pasión popular terminará hecha pelota.
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