Año CXXXV
 Nº 49.360
Rosario,
martes  15 de
enero de 2002
Min 15º
Máx 28º
 
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Editorial
La solidaridad está en nosotros

Son numerosas las experiencias que en los últimos tiempos han demostrado que es posible rescatar la solidaridad como una apuesta humanitaria en contra de algunos discursos posmodernos que pregonan el individualismo.
Regocijó el espíritu ver el éxito alcanzado recientemente por una campaña municipal en la que más de seiscientos estudiantes universitarios de esta ciudad donaron sangre como voluntarios al tiempo que muchos de ellos se registraron como dadores regulares. No menos alentador resulta observar como otros se vuelcan decididamente a actividades que redundarán e beneficio de la sociedad.
Los voluntariados conforman una vía diferente a las propuestas de los modelos económicos y sociales dominantes que sin la menor piedad marginan a millones de personas despojándolas hasta de su condición humana. Día tras día hay gente que renace tras recibir un órgano y se convierten en una buena noticia. Y es correcto que esos episodios donde una familia recupera a un padre y un esposo, un chico tiene la posibilidad de volver a hacer una vida normal o alguien que ha perdido la vista vuelve a ver, entre otros tantos ejemplos cotidianos, se den a conocer a la opinión pública. Porque de este modo la sociedad va comprendiendo cada vez más la importancia de donar un órgano.
Resulta alentador el incremento paulatino de donaciones en esta ciudad que se refleja en exitosos operativos de trasplantes, muchos de ellos múltiples. No obstante, la demanda sigue siendo superior a las donaciones y muchos pacientes aguardan en lista de espera una oportunidad para seguir viviendo. Todas las personas mayores de 18 años pueden manifestar su voluntad de donar, ya sea a través de la firma de un acta de donación o cuando realice algún trámite en el Registro Civil.
Cuando una persona muere no se le puede devolver la vida, pero sí puede, mediante la ablación de sus órganos, salvar otras siete vidas. Y esa actitud solidaria de hacer algo por el otro, de reconocer que nadie se salva sólo, acaso esté íntimamente ligada a la ansiada resurrección.


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