Año CXXXV
 Nº 49.358
Rosario,
domingo  13 de
enero de 2002
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El viaje del lector
Segovia: Donde la historia se funde con la fantasía

Si existe un país que se aferra a sus tradiciones culturales que amalgaman el arte, la política, lo cortesano y lo histórico es España. Una muestra acabada de esta realidad -que pervive al paso de los siglos- son muchas de las ciudades de la península Ibérica, que representan una meca para miles de peregrinos y que, ávidos de retrotraerse en el tiempo, se encaminan hacia estos bastiones de la historia española, tratando de conocer las esencias fantásticas que las envuelven.

Aires románicos
Como para sustentar con mayor énfasis lo dicho, vale la pena dar una vuelta por la antigua ciudad de Segovia, hoy patrimonio de la humanidad, donde las culturas cristiana, judía y musulmana convivieron durante siglos y dejaron su marca inconfundible en calles y muros.
Allí, una distendida caminata por el casco histórico nos permite solazarnos con la vista del gigantesco acueducto romano, fantástica obra de ingeniería del Siglo I que traía agua desde unos 20 kilómetros de distancia hasta el alcázar después de atravesar la ciudad.
Lo notable de este acueducto es que sus 166 arcos de piedra granítica de Guadarrama están constituidos por sillares unidos sin ningún tipo de argamasa, sustentándose mediante un ingenioso equilibrio de fuerzas.
Los moradores de esta ciudad, felizmente, no tienen pudor a la hora de expresar su inigualable sentido de pertenencia a una región acunada por los faldeos de la sierra de Guadarrama cuando hablan, por ejemplo, de su imponente y sobria catedral. Este templo monumental, de estilo románico, se encontraba hace mucho tiempo emplazado frente al alcázar. Fue en 1521, durante la llamada Guerra de la Comunidades, cuando sufrió las consecuencias del conflicto y Carlos V propuso la construcción de una nueva sede bajo la premisa de que fuese el sello inconfundible de la ciudad y de los segovianos, quienes a la postre con su esfuerzo físico y económico levantaron esta catedral, bajo la advocación de la Asunción de María y San Frutos, patrono de Segovia.
Su estilo arquitectónico, por razones cronológicas, la definen como la última gran catedral gótica levantada en España, aunque su tratamiento estético y sus condiciones de luminosidad le otorgan un profundo aire renacentista. En el interior se encuentran numerosas obras de arte, de gran calidad y nivel, gracias al aporte de los mejores maestros. Ejemplos acabados son los retablos de las múltiples capillas, como también la valiosísima imaginería existente.

Como en los cuentos
Al seguir con la recorrida por Segovia, después de desandar varias cuadras se llega al sector casi de extramuros, al filo de un inmenso valle que se abre en forma abrupta. Entonces aparece la figura inconfundible y hasta de fantasía del alcázar, castillo-fortaleza de ubicación privilegiada que posiblemente estuvo habitado desde la época celta y que fue convertido en residencia real en el siglo XIII.
La silueta de esta construcción destaca la torre de Alfonso X el Sabio, desde donde el monarca escudriñaba el firmamento. También es notoria la arquitectura de la torre de Juan II, de unos 80 metros de altura y doce torrecillas adornando su volumen.
En las estrechas y frías prisiones de esta fortaleza pasaron sus días muchos nobles famosos caídos en desgracia como don Alvaro de Luna o el caso imaginario de El Delincuente Honrado de la obra "Don Torcuato", del genial Jovellanos.
Vale también recorrer el patio de armas, el patio del Reloj y las salas dedicadas a la artillería y a los reyes de Castilla. Y se destaca como una obra deslumbrante e imperdible la Sala de los Reyes, con un extraordinario friso artesonado de hexágonos y rombos dorados, y un friso único en el cual 52 imágenes policromadas representan a los reyes y reinas de Asturias, León y Castilla, desde Don Pelayo hasta Juana la Loca.
En definitiva, Segovia es una perla que debe disfrutarse con calma para poder apreciar, detrás de su peso histórico y sus aires medievales, el perfil cultural nada desdeñable donde encuentran refugio la música, la literatura y el arte. En realidad, un buen ejemplo de mundanidad digno de imitar o de visitar.

Miguel Angel Brusasca



Imponente y sobrio castillo de estilo románico.
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