Año CXXXV
 Nº 49.358
Rosario,
domingo  13 de
enero de 2002
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El optimismo del fuego y las brasas

Una parrilla, el fuego, el humo y el vino que corre generoso en un grupo de seis personas. Se sabe, un asado es un hecho comunicacional más que gastronómico, que define de la mejor manera la condición de argentino. El asado construye un espacio de charla formidable, donde muchos temas pueden ser procesados, la política, el arte y todas las pasiones. Al ritmo de las pulsaciones que imponen el vino y las sabrosas tiras, todo asado suele convertirse en un volcán de opiniones a voz alzada. Hasta que la sobremesa, si se hace bien larga, da lugar a sutilezas y algunos susurros, que tal vez puedan ser escuchados.
Diego Pérez confiesa que nunca fue un cabal asador y que recién ahora se metió en el tema. Por lo pronto, se entusiasma con algunos consejos para aquellos que vayan a someterse a una comilona. "Si vas a tomar alcohol antes de comer, es bueno empezar con dos cucharas de aceite que te recubren el estómago, y así no te hace efecto el vino", le dice a Escenario, creyéndose portador saber superior.
-Es parte de cierta mitología. Aunque el alcohol en exceso, más tarde o más temprano, termina en la sangre.
-¡No me creés! -se ofende-, probalo y después me contás.
"Mi personaje tiene un exceso de optimismo, siempre está feliz que venga la gente a comer el asado y se brinde", describe Diego de lo que aparece como una gran oportunidad para demostrar su innegable raza televisiva. Pérez anda por "Un aplauso para el asador" en bermudas, con todo el clima de barrio que incluye, por ejemplo, vestirse con la camiseta de Platense. Al final de la breve charla agrega de su personaje: "Tengo que reconocer que es un tipo torpe e ingenuo, que mete la pata seguido, aunque no tiene mala leche. Normalmente arruina el asado aunque muy a su pesar".


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