Año CXXXV
 Nº 49.357
Rosario,
sábado  12 de
enero de 2002
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La Iglesia echa toda la carne en la parrilla

Guillermo Villarreal

Los hombres de Iglesia se embarcaron en el diseño de una propuesta de concertación nacional tan audaz e inédita como la crisis que sacude al país. Literalmente reconocen que pusieron toda la carne al asador porque "sin diálogo, no hay salida posible ni unidad, y sin unidad no hay paz social".
Por eso el empeño en ampliar los "espacios de democracia, según precisó monseñor Estanislao Karlic (Paraná), mediante la colaboración técnica del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnur), que coordina el diplomático español Carmelo Angulo.
Tampoco dudan de que la movida tendrá sus riesgos personales e institucionales, pero están dispuestos a correrlos si el objetivo común es erradicar la "partidocracia corporativa" para dar paso a una forma de hacer política que subraye los valores sociales de la austeridad, el sentido de equidad, la cultura del trabajo y el respeto a la ley.
Los obispos apuran los plazos de la convocatoria porque les preocupa el grado de efervescencia social en algunas jurisdicciones y temen que cualquier paso en falso del presidente Eduardo Duhalde desencadene situaciones anárquicas similares a las de fin de año. "Todo es muy inestable y los componentes están muy sensibles. Pueden estallar en cualquier momento", advirtió un encumbrado prelado.
Ante este cuadro de situación, el jefe de Estado accedió al pedido de los obispos de apurar el llamado a una concertación nacional que restablezca en el corto plazo los vínculos sociales fragmentados y el sentido de bien común. Según trascendió ayer, este anuncio se oficializará el próximo martes en el histórico templo de Santa Catalina de Siena, donde Duhalde esbozará los fundamentos de la iniciativa y Karlic explicará el porqué del acompañamiento espiritual de la Iglesia.
Como agentes de reconciliación toman distancia, sin embargo, de cualquier tipo de intromisión que pudiera hacer fracasar este proceso en pro de acuerdos mínimos de gobernabilidad y políticas de Estado de largo alcance.
"Algunos no han entendido todavía la magnitud del ofrecimiento que le estamos haciendo y siguen encerrados en un esquema de intereses partidarios, tan perimido como contraproducente, para edificar una democracia participativa en serio", se quejó uno de los componentes.
Para evitar malos entendidos, los referentes eclesiásticos aclaran que no quieren ocupar un lugar que no les corresponde y anticipan que el nuevo contrato social -como también los convenios parciales- que surja de la mesa de conversaciones deberá ser refrendado en el Congreso nacional.
Exigen como contrapartida una severa autocrítica y un "cambio de mentalidad" en todos los sectores, aunque sin revanchismos, para proyectar la Argentina futura a través de un diálogo sin concesiones ni agendas preestablecidas, donde el desarrollo sustentable y la equidad en la distribución de las riquezas equilibren la balanza social.
Objetivo, que al entender religioso, puede alcanzarse si existe voluntad de cambio moral y predisposición para aplicar los remedios ético-instituciones necesarios. Entre ellos, una profunda reforma del Estado y de la política que afiance la justicia y erradique todo tipo de corrupción y privilegios.


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