Año CXXXV
 Nº 49.357
Rosario,
sábado  12 de
enero de 2002
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Sin pistas firmes en el crimen del dueño de una parrilla
Rubén Novarini fue muerto de un balazo en Rueda al 2900. No hubo testigos y el caso es un enigma

Cinco días después de que Rubén José Novarini recibiera un balazo letal en la sien en su casa de Rueda 2946, el crimen sigue siendo un misterio. Quién le disparó, por qué no se llevó dinero ni elementos de valor, por qué ningún vecino -ni siquiera sus perros- escuchó la detonación en plena tarde de un lunes son un enigma no sólo para quienes lo conocían sino también para los policías que tratan de esclarecer el caso.
En el barrio, a Novarini lo consideraban una persona amable y cordial. Pero la relación con los vecinos no pasaba de un saludo al pasar. Nadie sabía de su vida privada. Era un hombre reservado que no acostumbraba hablar de sus problemas.
"Era buenísimo y muy correcto. No era chapado a la antigua. Saludaba a todo el mundo pero no se juntaba con otros vecinos a hablar en la puerta", describió Diego Nardoni, un joven de 25 años que vive al lado del departamento de pasillo que Novarini ocupaba junto a su socio desde hace un par de años.
Allí lo veían llegar en su camioneta Ford F100 -las manchas de aceite de la chata todavía oscurecen el asfalto- o en un Peugeot 405 gris. De vez en cuando iba a hacer las compras a una granja ubicada a media cuadra de su casa. Pocos sabían que el hombre regenteaba la parrilla Ataque, de bulevar Seguí y Callao, o que era oriundo de La Plata. En líneas generales su vida era un misterio y quizás por eso el asesinato sorprendió aún más a los vecinos de Rueda y pasaje Lisboa.

Interrogantes
Ocurrió el pasado lunes 7 a eso de las 5 de la tarde. Uno o varios desconocidos entraron a la vivienda de Novarini y le descerrajaron un tiro en la cabeza que, dos días después, le provocó la muerte cuando agonizaba en el Hospital de Emergencias.
"Estábamos a 50 metros de la casa y no escuchamos nada. Recién nos dimos cuenta de que había pasado algo cuando vimos llegar una ambulancia a contramano". Ariel Cuadrado, de 25 años, estaba reunido con sus amigos frente a la vivienda de Novarini y todavía no se explica porqué no escucharon la detonación ni vieron salir a nadie de la vivienda.
Fue el socio de la víctima quien encontró a Nardini bañado en sangre. Según Ariel, el hombre no paraba de llorar cuando los médicos trasladaban al herido, vestido sólo con un slip, hacia la ambulancia.
En la casa de Novarini los policías encontraron dinero y anillos, por lo que descartaron el móvil del robo. También desecharon la hipótesis de un suicidio, ya que nunca apareció el arma. Los investigadores sólo establecieron que la víctima había estado durmiendo y que en el momento en que le dispararon estaba sentada sobre la cama. El proyectil le atravesó el cráneo y fue a dar contra un cuadro de la habitación. "Aparentemente no tenía enemigos ni en la faz comercial ni privada. No era homosexual, no tomaba drogas, y no tenía problemas de dinero", señaló una fuente de la investigación.
Los únicos en percibir algo raro fueron los empleados de la parrilla, donde Novarini había estado el día que le dispararon. Los encargados del local, Pedro Luques, de 60 años, y su esposa Vilma, de 50, intuyeron que a Rubén le pasaba algo. Es que apenas llegó al local, a las 11 de la mañana, el hombre tuvo un desacostumbrado gesto de preocupación. Se sentó, apoyó los codos sobre una mesa, hundió la cabeza entre los brazos y se quedó cabizbajo por un buen rato.
"Yo le pregunté: «Rubén, ¿tenés algún problema? ¿Querés un mate o un café? ¿Te querés quedar a comer con nosotros?» Pero él me contestó: «Me voy, Pedrito. Paso más tarde o mañana». Después nos enteramos de lo que pasó por la policía", contó Pedro.
No era la primera vez que Pedro -que ingresó al local como parrillero y desde hace un año y medio está al frente del negocio- notaba cierto desgano en Novarini. Otras veces lo había visto triste, pero el hombre siempre le decía que no quería hablar de sus problemas. "Con su intimidad era muy cerrado. Yo ni siquiera sabía que era viudo", señaló Pedro.
Según Vilma, Novarini sólo hablaba de su hijo y su nieta, que viven en La Plata, y a veces iba a comer a la parrilla acompañado de "gente de Buenos Aires" vinculada al turf.
El caso es investigado por la comisaría 5ª y la sección Homicidios, junto al juez de Instrucción Carlos Triglia.


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