La crisis de diciembre y las restricciones económicas llevaron a centenares de argentinos a dejar de lado sus dudas a emigrar y desde el lunes se agolparon en las puertas de las embajadas italiana y española de Buenos Aires para explorar la posibilidad de abandonar el país. Mientras algunos se quedan a pasar la noche para lograr el ansiado turno, en las colas también hay personas que, al llegar a los primeros lugares, ofrecen los puestos a cambio de 40 pesos. "Esta fue la gota que colmó el vaso. Me comí todas las protestas en el microcentro, la represión y las marchas y contramarchas en las medidas económicas. Ahora dije basta", aseguró Mariano Michelángelo, uno de los últimos en entrar ayer a la embajada italiana en Marcelo T. de Alvear al 1100, en Capital Federal. Pero el el trámite para obtener la ciudadanía puede llevar años. "Hoy se dan turnos para iniciarlo en febrero del 2004 y ya hay 14 mil pedidos", se explicó. También en el barrio norte porteño, pero a unas veinte cuadras de la representación italiana, Daniela Pujol hacía la cola para acceder a la embajada española en la Argentina, en Guido 1760, aunque sin demasiadas esperanzas de poder entrar. La joven, apenas recibida de médica, se lamentó: "Vine un poco tarde y no creo que llegue, pero por las dudas me voy a quedar. La ciudadanía ya la tengo, lo único que me interesa es que me digan cuáles son los trámites que debo hacer para revalidar mi título en España". "Terminé Medicina hace cuatro meses, no estoy trabajando, ni voy a perder el tiempo intentándolo. A esta altura ya sé lo que me espera si quisiera ejercer aquí, por lo que voy a empezar en otro lado", dijo con escepticismo. Al igual que Pujol, Michelángelo se mostró decepcionado por su perspectiva laboral: "Estoy empleado en una agencia de turismo. Soy bachiller, estudié inglés y computación, y me tienen haciendo de cadete. Y no pienso que esto vaya a cambiar. Mi viejo es italiano y vive desde los diez años acá, trabaja doce horas por día y ni siquiera va a tener una jubilación. Y no quiero eso para mí", indicó. Otro de los emigrantes que se acercó por primera vez al consulado italiano fue Carlos, médico y con una esposa bioquímica: "Vine a ver si puedo tramitar la ciudadanía. Ya tengo la partida de defunción de la abuela italiana de mi mujer y quiero que me digan qué más me hace falta. Tenemos trabajo pero estamos mal y nos impresiona que esto no cambie. Estamos en un círculo vicioso", afirmó. Hernán Fernández, en tanto, esperaba desde el lunes sentado en una cómoda silla playera -ahora a cinco metros de la puerta del consulado de España-, donde en vez de repartir números hacen ingresar a todos los que pueden hasta las dos de la tarde. "Ya vine cuatro veces y nunca alcancé a entrar, pero ahora creo que llego. Faltan dos horas para que cierren y hay unas treinta personas adelante", explicó. "Tengo 27 años y mi vieja me empezó a hacer los papeles cuando tenía 18. Como me quedé esta semana sin laburo, decidí que ya no había nada más que esperar. Ahora, aunque me ofrezcan algo mañana, me voy igual", afirmó. José Manuel López, de 53, aseguró que no pensaba tanto irse por él o su señora, sino por sus hijos. "Mi mujer ya tiene la ciudadanía española y ahora vine a sacarla yo", explicó. López admitió: "Nosotros podemos quedarnos y tolerar cualquier cosa, pero no quiero esto para mis hijos. Al menos voy a hacer los trámites para poder transmitirles a ellos la ciudadanía y que tengan la posibilidad de vivir mejor en otro lado", se entusiasmó. "Tenemos familiares en Avilés -explicó- y vamos a irnos a probar a ver que pasa. Esto duele, va a costar el desarraigo, sobre todo pensando en lo maravilloso que es este suelo, pero la decisión ya está tomada. Ojalá que sea cierto eso de que Dios es argentino, por ahí un día de estos se acuerda de nosotros y todo cambia. Para mí ya es demasiado tarde". (Télam)
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