Año CXXXV
 Nº 49.353
Rosario,
martes  08 de
enero de 2002
Min 17º
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Editorial
Desafíos de los tiempos

La degradación ambiental y las injusticias sociales son tan corrientes en estos tiempos que hasta llegan a parecer aceptables. Por eso no llama la atención que entre los mayores desafíos que enfrenta en la actualidad Latinoamérica se halle el encontrar una solución a los problemas de la urbanización de la población y a la deforestación creciente. Cerca de tres cuartas partes de la población habita en ciudades, en muchas de las cuales el aire contaminado amenaza la salud y donde la escasez del agua potable es bastante común, y la recolección de residuos y su posterior transformación también constituyen un importante problema medioambiental.
La reducción y destrucción de los recursos forestales se nota sobre todo en la selva amazónica, con la consiguiente amenaza para la biodiversidad, tanto así que se estima que unas 1.300 especies vertebradas están seriamente amenazadas. La región tiene la mayor superficie de tierra cultivable del planeta, pero la erosión y el desgaste de los suelos está amenazando parte de esos territorios. Si bien en los últimos años aumentó la preocupación por la ecología y surgieron numerosas instituciones dedicadas al tema, aún sigue siendo difícil la implementación de políticas medioambientales por la falta de financiación, tecnología, personal formado y, en muchos casos, debido a la ausencia de un marco legal apropiado.
Desde un punto de vista positivo, muchos países tienen gran potencial para poner freno a la emisión de gases que provocan el efecto invernadero, dando a la región fuentes de energía renovables. Si, como suele decirse, nadie quiere optar por suicidarse, existe todavía una luz de esperanza si se comprende que si bien hasta ahora fue posible sobrevivir sin grandes transformaciones, la necesidad de cambios es ahora imprescindible.
Aunque en una coyuntura de graves problemas que deben resolverse en lo inmediato -sobre todo en la Argentina- se pueda creer que es frívolo el fijar la vista sobre cuestiones cuya urgencia es obviamente menor, debe acotarse que urgencia no es sinónimo de importancia. En síntesis, mantener vivo el debate acerca de los grandes temas de la civilización occidental, y del continente en que habitamos, se erige en deber central de todos aquellos que saben que la perspectiva del futuro resulta clave a la hora de dar el siguiente paso, por corto e intrascendente que éste parezca.


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