| | Gina, una abuela diez puntos Terminó el secundario con 80 años, sin faltas y con un promedio de 9,75 Se graduó en el Eempa Nº1299 y además fue elegida la mejor compañera. Todo un ejemplo de vida
| Laura Vilche
"Estudios secundarios completos. Conocimientos básicos de inglés y de computación. Especializada en alta costura". Estos podrían ser sólo algunos de los ítem del currículum de María Gina Cecchi, la alumna de 80 años que se graduó al filo del año pasado con el mejor promedio (9,75 puntos), asistencia completa y el galardón de mejor compañera, en la Escuela de Enseñanza Media Nº1299. Una abuela diez puntos. Nadie puede decir que Gina, tal como la conocen amigos y parientes, pertenece a la clase pasiva. Tiene una salud de hierro y le sobran pilas. Lee filosofía, camina tres cuadras diarias por el parque y hace junto a su prima Sara todas las tareas domésticas de su casa. Además, según dice, le encanta amasar tallarines "como digna descendiente de la alta Italia (Toscana)" y piensa seguir tirando para adelante y estudiando: "Me gusta kinesiología, pero como se estudia sólo en forma privada y yo soy apenas una jubilada voy a ver qué hago. Tal vez me perfeccione más con la computadora. Nada debe ser un problema, siempre hay que esperar un mañana mejor". Gina recuerda con orgullo la cantidad de flores que recibió cuando se graduó. "Nadie se olvidó; me mandaron ramos mi hija Elsa, mi nieta Marianela y hasta la supervisora", dice con una amplia sonrisa. Cuenta que estudiar fue para ella siempre un sueño. "Es que de chica éramos diez hermanos, de una familia muy humilde y estudiaban sólo los más chicos. Mis padres hacían lo que podían", relata. Por eso hizo la primaria con una maestra particular y rindió todos los grados juntos en una escuela provincial. Después, no tardó mucho en anotarse en el secundario. Fue hace tres años, apenas se enteró que se abría una escuela para adultos en el turno tarde. "En general -advierte- estas escuelas funcionan a la noche y si bien yo no me siento vieja, sé que no estoy para volver tan tarde de la escuela". Cuando se refiere a sus preferencias y flaquezas señala a matemática y sociales entre las primeras y a lengua entre las segundas. Pero, más allá de los pro y los contra remarca: "Ir a clase me encanta y también hacer las tareas. Me desperté cada día por ellas y a las seis de la mañana. Desayunaba y me ponía con los libros. Pero nada me cansa, me gusta vivir, cada día agradezco despertar y si algo malo se presenta, me digo «antes de que llegue la noche, mejorarán las cosas»". Ahora bien, Gina deja entrever que su espíritu optimista no es inocente. Ella sufrió varios traspies en su vida. Perdió a José, su marido, y a su hijo Roberto. Y además, está informada y sabe del padecimiento de sus pares, los jubilados, y de los sinsabores del país. Dice que la actualidad la pone triste, pero está convencida de que "sólo la unión de todos los argentinos" sacará al país adelante. "Sé que el panorama es duro para los jóvenes, pero deben quedarse y no irse al exterior, si yo pude...", desliza. Y además, tiene buen humor. Cuando se le pregunta qué le parece la idea de que su historia se publique en el diario, contesta: "Mientras mi cara no salga arriba de las crucecitas de los avisos fúnebres, está todo bien".
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