Año CXXXV
 Nº 49.351
Rosario,
domingo  06 de
enero de 2002
Min 18º
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Editorial
Sucios y abandonados

La crisis económica que arrasó con amplios sectores de las fuerzas productivas y el bolsillo y el ánimo de los argentinos muestra desde hace ya tiempo una desagradable faceta por la que poco o nada se ha hecho para corregir o disminuir sus antiestéticos efectos. Se trata de los numerosísimos locales comerciales desocupados ofrecidos a la venta o en alquiler y que ostentan un estado de abandono y suciedad que suele contrastar con las propiedades vecinas. El desagradable aspecto que presentan atenta contra el cuidado que puedan desplegar los locales ocupados y en funcionamiento y, además, contra su capacidad para atraer a los pocos clientes que actualmente pueden captarse.
Los propietarios o bien las agencias inmobiliarias tienen la plena responsabilidad por el buen cuidado e higiene de esos espacios que hoy parecen no tener dueño. La situación se hace notar con más intensidad en el sector céntrico de la ciudad, donde galerías comerciales íntegras están vacías pero es posible observar como se acumula en su interior correspondencia que nadie leerá y restos de lo que alguna vez fue o se soñó iba a constituir un floreciente modo de ganarse la vida.
En los frentes de esas propiedades desocupadas se amontonan desperdicios de variada índole y, por supuesto, nadie se ocupa de barrer y mucho menos de baldear esas veredas. Algo similar ocurre con las viviendas ofrecidas a la venta. Además de ser un doloroso testimonio de la cruda realidad social de la Argentina de hoy, representa un signo de resignación ante la adversa situación que debería comenzar a intentar revertirse.
Este cuadro que perjudica notablemente el rostro de la ciudad se repite también en los barrios de la urbe sin que medie la intervención de las autoridades municipales, las que sin necesidad de aplicar multas u otras sanciones bien podrían reconvenir a quienes echan al olvido normas elementales de higiene para que la ciudad, lentamente, vaya recuperando un aspecto limpio y ordenado que nunca debió perder.
El desafío no es sólo para las autoridades, también debe involucrar al resto de los implicados; los pequeños detalles cotidianos por sí solos, seguramente, no podrán cambiar años de deterioro y abandono, pero tal vez puedan transformarse en impulsos iniciales, en señales de que la sociedad, aun en este contexto, no está dispuesta a dejarse caer en un pozo sin final. Son gestos menores, es verdad, pero en tiempos de crisis cualquier síntoma que apunte a la recuperación puede transformarse en mensaje positivo.


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