Año CXXXV
 Nº 49.351
Rosario,
domingo  06 de
enero de 2002
Min 18º
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cartas
El cacerolazo que falta

Es sorprendente ver como algunos "dirigentes" de distintos sectores muy cuestionados por la ciudadanía, en vez de asumir la reacción de la gente en su contra, toman estos reclamos, pretendiendo transformarse increíblemente en sus "promotores". Así pudimos observar en días pasados a eternos ñoquis de la dirigencia empresaria y sindical reivindicando increíblemente los postulados del cacerolazo, e inclusive a algunos de ellos regalándoles simbólicas cacerolas a periodistas que no saben o no quieren profundizar lo que realmente pasa en las instituciones intermedias de esta golpeada sociedad rosarina, las que en algunos casos se han convertido en cáscaras vacías de contenido. El cacerolazo es un síntoma de hartazgo, tal vez tardío, pero como dice el refrán "más vale tarde que nunca". A partir de esta reacción popular, podemos pensar que todavía estamos a tiempo de salvar algunas cosas y recrear una sociedad más justa y solidaria. Para eso tendremos que darnos cuenta de que lo que nos pasa no tiene que ver solamente con lo que puede hacer o no hacer un ministro o un presidente que ni siquiera conocen las mínimas necesidades del pueblo que gobiernan y al que le "robaron" el voto con promesas que sabían de antemano que no iban a cumplir. Tenemos que entender de una vez por todas que lo que pasa en nuestro club de barrio, en nuestra vecinal, en la entidad empresaria que representa a nuestro sector, en nuestro sindicato, depende de nosotros y no de lo que hagan o digan oscuros personajes que nos usan para legitimar su mandato y después nos ignoran. Es por eso que debemos participar activamente de las instituciones intermedias que representan a los distintos sectores y actividades sociales. Y debemos hacerlo con la cacerola en la mano. Es imperioso revitalizar con sangre fresca y pensamientos renovadores a las entidades de la ciudad, desalojando democráticamente a los eternos inquilinos que las utilizan exclusivamente en provecho propio.
Luis Alberto Horny


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