Año CXXXV
 Nº 49.351
Rosario,
domingo  06 de
enero de 2002
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El golpe de gracia: Una gran nube de exopletivos

Jueves 27 de diciembre de 2001, 22 horas, "Hora clavo", programa que conduce el filósofo greco-argentino Mariano -Gucciardini- Grondona, el ex presidente interino Adolfo Rodríguez Saá (a) El Adolfo, con sonrisa portátil y exhultante, dialogó, digamos monologó, acerca de su gestión gubernamental.
A las incisivas preguntas (sin repreguntas) del profesor (Asís dixit) Grondona, el ex primer mandatario se explayó cual Harry Potter sobre las mágicas soluciones, desde su óptica, tendría el "bolonqui" nacional durante su mandato (que finalmente duró ¡7 días!).
Mi Outsider personal -un despistado de aquellos- confundió al programejo con Ondaz de Paz y Amor y al Adolfo con Jorge Bucay, ya que en ningún momento advirtió que se trataba de temas relacionales con la Argentina en llamas que por estos días vive el atribulado y bancarizado pueblo argentino.
El profesor Grondona (¿de qué se ríe permanentemente? ¿tendrá sus dólares en el exterior?) inició la entrevista felicitando al Adolfo por el título obtenido esa tarde por el Rácing Club, del cual se presume es partidario Rodríguez Saá.
Como se verá -a todas luces- ¡un impresionante comienzo que todos los ahorristas y ciudadanos en general estaban esperando por la magnitud de la respuesta!
El Adolfo -ni corto ni perezoso- cazó al vuelo la ocasión para asociar la obtención del campeonato por parte del equipo de Reinaldo Carlos -Garganta Profunda- Merlo ¡¡¡con la suerte a correr por nuestro país, imitándolo!!! La conversación continuó en el estilo voluntarista-optimista onda Bucay, Coelho, Hay, Buscaglia, etc., que a la distancia por los vertiginosos hechos ocurridos desde entonces resulta un engendro surrealista, rematando (es un decir) el programa con una patética y amarillista presentación, sorpresiva diría, al ex presidente, de dos hermanas ciegas que el profesor Grondona primero llamó no videntes y luego cieguitas, arrastrando al Adolfo a un blooper idiomático al calificarlas de ¡ejemplares! para luego ratificarse llamándolas ejemplos. Una maravilla.


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