| | Editorial Barrios olvidados
| Obras monumentales, expuestas a la constante consideración del público por hallarse en sitios permanentemente visitados, constituyen sin lugar a dudas una gran tentación para quienes conducen los destinos de una ciudad, una provincia y aun el país. Es que indudablemente darán rédito a quien se atribuya haber sido su inspirador. Varias grandes inversiones traducidas luego en proyectos para paseos públicos, ámbitos culturales y demás han demostrado su gran utilidad y el acierto de las autoridades al elegir el proyecto a desarrollar para la comunidad. Rosario constituye una urbe en permanente expansión en razón de la constante migración interna y externa que recibe. Los límites de la ciudad crecen a un ritmo incesante. Cada día surgen nuevos barrios, asentamientos precarios, villas con miles de esperanzados que aguardan poder superar esa instancia de pobreza extrema y sueñan con vivir en una casa de material rodeados del confort elemental que confieren los servicios. Algunos de esos servicios, como las obras cloacales, son elementales porque están estrechamente ligados a la salud de la población. Sin embargo, son muchos los barrios y no siempre los más alejados, que aún carecen de ese beneficio indispensable que los liberaría de las malolientes zanjas con aguas servidas y que contribuiría a alejar enfermedades y a evitar la proliferación de alimañas e insectos. Cierto es que se trata de obras silenciosas. Porque los caños van enterrados y su promoción resulta relativa ya que no venden la imagen que a veces los políticos o quienes los aconsejan, desean. Pero los vecinos se verían notoriamente beneficiados. Ya es tiempo de terminar con las calles de tierra y las zanjas pestilentes. Estas obras elementales no se deben seguir postergando en el tiempo. Porque quienes viven en los barrios tienen derechos al igual que los demás.
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